jueves, 17 de octubre de 2013

octubre 17, 2013
Historias de reportero | Carlos Loret de Mola Álvarez | 17-X-13

Fueron tres horas desafiantes. Robert J. Shiller —facciones que parecen esculpidas con guillotina, pelo abultado medio güero y medio canoso, peinado con la raya a un lado, delgado de complexión, claras la piel y la mirada, 67 años que parecen menos— estaba frente al pizarrón y, en los largos escritorios de los alumnos, un grupo de 50 personas de distintas nacionalidades, menores de 40 años de edad, convocadas por el Foro Económico Mundial.

8 de octubre de 2012. Universidad de Yale. New Haven, Connecticut, Estados Unidos. Afuera el clima es templado. Ahí estaba Shiller, un año antes de recibir el premio Nobel de Economía por sus teorías sobre qué determina el precio de un activo, sea una acción en el mercado bursátil o una casa en una colonia clasemediera.


Su clase se llamó State of the global economy and animal spirits (“El estado de la economía internacional y el espíritu animal”). Ahí, Shiller, con muy buena oratoria y gran capacidad de comunicar a sus alumnos y hacerlos participar, explicó la hipótesis que le mereció el más prestigiado galardón:

Los actores económicos actúan más motivados por impulsos e instintos, por sensaciones y expectativas basadas en ánimos psicológicos. Y entonces de pronto la gente cree que las cosas irán bien, quiere comprarse una casa, u otra de campo, o un nuevo departamento en la playa, y los precios de las viviendas se van al cielo, se vuelven una burbuja inexplicable que termina por romperse y generar una crisis. El espíritu animal por encima del raciocinio humano. A Schiller se atribuye haber previsto la peor crisis económica de la humanidad, la de 2007-2008, que justamente empezó en el mercado inmobiliario de Estados Unidos. Fue divertido. Reviso mis apuntes de esa clase: “La psicología ha estado ausente en la macroeconomía”, dice la última de las líneas.

Curiosamente, comparte el Nobel con uno de sus rivales ideológicos: Eugene Fama, quien considera que los precios de los activos se determinan al incorporar toda la información dura disponible, como las ventas de una empresa, sus resultados financieros, el crecimiento económico, las cifras de desempleo, etcétera.

Los integrantes del comité que decide el galardón consideraron que ambos tienen razón: influyen tanto los datos duros (quizá a cortísimo plazo) como los instintos (tal vez a más largo tiempo). El tercer premiado, Lars Hansen, construyó un método científico a partir de los planteamientos iniciales de Shiller.

Viene muy a cuento eso del espíritu animal. Elefantes y burros en el Congreso de Estados Unidos estuvieron a punto de abaratar en cuestión de segundos los activos de su economía, y con ello los activos de las economías de todo el planeta. Shiller pensaba, y lo declaró al recibir el Nobel, que se iban a arreglar. Y sus predicciones se volvieron a cumplir… al cuarto para la hora.

SACIAMORBOS

Por segundo partido consecutivo, el futbolero presidente tenía lista su renuncia para presentarla esa noche. Primero la guardó por una chilena. Y antier por un gringo.

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