viernes, 11 de octubre de 2013

octubre 11, 2013
Pedro Echeverría V.

Libertad a los presos políticos

1. Me alarma la enorme campaña –también la brutal represión- que se ha desatado contra los jóvenes (casi todos universitarios nombrados “anarquistas”) por el hecho de encabezar manifestaciones de protesta. Son esos jóvenes –en muchos países- quienes por lo menos desde hace 15 años, buscan encabezar las manifestaciones contra los gobiernos de la burguesía. Sin los jóvenes anarquistas nuestras manifestaciones (como la del 2 de octubre de 1913) serían un simple paseíllo diversionista acordonado o encapsulado por decenas de miles de policías. En la marcha del pasado dos de octubre fueron los jóvenes de la vanguardia quienes reclamaban el paso al Zócalo y fueron los gendarmes los que iniciaron los empujones y el arrojo de gases lacrimógenos.

2. Antes la burguesía en el poder (gobierno, Estado, empresarios, medios de información) perseguía a los comunistas, luego a los radicales y hoy a los anarquistas. Los acusaba de ser causantes de los males de la sociedad, pero esa clase opresora en el poder quedó desnuda al demostrarse que la explotación, el hambre y la opresión política que sufre el pueblo, es causada por el sistema capitalista y un puñado de saqueadores. Quedó claro que ejército, armada, aviación, policías, tribunales, jueces y todo, es parte defensora y represora del Estado; que sin ellos esa minoría opresora sería aplastada por el pueblo trabajador que es el 90 por ciento de los habitantes. Por ello todos los aparatos de poder, además del PRI, PAN y demás partidos, subsidiados por el Estado, persiguen a los anarquistas.

3. El anarquismo tiene principios filosóficos, morales, políticos, que a través de la práctica se han venido construyendo durante siglos. Bakunin, Malatesta, Kropotkin, más que teóricos fueron hombres de lucha, de confrontaciones, de cárceles, de exilios. Reconocieron la gran inteligencia y producción teórica de Marx, pero le reclamaron que hablara de “dictadura revolucionaria del proletariado” y del establecimiento de un “Estado proletario”. Le plantearon que ese sería el origen de la instalación de una nueva clase dominante, autoritaria y burocrática que en nombre del proletariado, se impondría. Los anarquistas por el contrario plantearon la autogestión, el autogobierno, el poder directo comunitario, las cooperativas, la inmediata distribución de la riqueza.

4. Puede ser larga la discusión entre marxismo y anarquismo, pero lo importante son las prácticas políticas. En nombre de Marx –incluso falsificando su pensamiento de “socialismo para países altamente desarrollados”- se levantaron gobiernos de diferente líneas (rusa, china, yugoslava, cubana, nicaragüense) que se vinieron abajo o simplemente fueron sometidas por el capitalismo. Los anarquistas no construyen Estados, gobiernos o partidos; no asumen ningún poder, sólo han buscado la autogestión, el autogobierno, el desarrollo colectivo de la conciencia. Alguien preguntaría: ¿Qué pasaría con los diputados, senadores, gobernadores, presidentes de la República, si el pueblo se autogobierna, si las fábricas son administradas por los trabajadores, si la riqueza se reparte equitativamente?

5. Los anarquistas buscan “hacer posible lo imposible”, son muchas veces utopistas que buscan transformar profundamente la realidad y luchan contra quienes son conformistas con esa realidad que les imponen. ¿Cómo pudo la burguesía someter a la clase obrera encuadrándola en su sistema de explotación y dominación si ésta debía enterrarla? ¿Cómo pudo engullir a las clases medias al sistema consumista y de enajenación si se suponía que tendrían mejores niveles educativos? ¿Cómo pudo dominar a los “intelectuales” poniéndolos a su servicio si se supone que leían y pensaban? La burguesía lo ha podido todo con los gigantescos recursos políticos, económicos y militares que posee. Pero tengo confianza de que abajo saltará el topo, como diría Marx, que romperá la tierra.

6. La batalla –como plantean los anarquistas- hay que darla en todos los frentes y en todos los países. Las luchas gremiales hay que apoyarlas pero sin olvidar sus limitaciones; las batallas locales –aunque muy concretas- por la justicia deben ser acompañadas buscando que logren sus objetivos. Pero jamás olvidar que sólo son pequeños eslabones que debemos romper para que las cadenas que nos aprisionan en el mundo podamos destruirlas. El imperialismo yanqui nos esclaviza desde hace un siglo por lo menos; las políticas en México han dependido de ese sometimiento; nuestros gobiernos se han arrastrado obedeciendo órdenes y nosotros no hemos dejado de ser temerosos ante ellos. Es tiempo de liberarnos para ayudar a que otros lo hagan. (10/X/13)

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