jueves, 10 de octubre de 2013

octubre 10, 2013
Historias de reportero | Carlos Loret de Mola Álvarez | 10 de octubre

WASHINGTON, DC.— La capital de la nación más poderosa del mundo tiene el aroma de esas ciudades que han pasado de moda. Se ve poca gente en las calles, restaurantes gritan sus ofertas en letreros pegados en las ventanas, no hay el tráfico que solía desesperar y los monumentos empiezan a exhibirse sucios.

Washington DC es la sede del gobierno de Estados Unidos. Y por un desacuerdo presupuestal entre demócratas y republicanos, el gobierno está parcialmente cerrado desde hace 10 días.

Cosa de un millón de empleados, que abarrotaban la zona de la Casa Blanca y sus calles aledañas plenas de edificios magníficos que albergan ministerios, están sin paga y no tienen que ir a trabajar (si les va bien, hasta nuevo aviso). 


Los turistas no pueden ver el avión de los hermanos Wright ni la cápsula del Apolo 11; no pueden apantallarse con los fósiles de dinosaurios de tres pisos de altura ni dejarse seducir por el morbo del Diamante Hope; ni están abiertos los museos smithsonianos que albergan la estatua Bodhisattva o los móviles de Alex Calder.


La prensa local narra que un ciudadano llevó su podadora para cortar el pasto del memorial de Abraham Lincoln porque los encargados de hacerlo también fueron enviados a retiro temporal.

En cambio, dentro del Capitolio hay mucho movimiento. Se sabe de negociaciones, pláticas, intentos de acercamiento entre los dos partidos para que las cosas vuelvan a la normalidad porque cuando los poderes de la superpotencia juegan a las venciditas el mundo tiembla.

Cuatro kilómetros colina abajo, en la Casa Blanca, el presidente Barack Obama nomina a Janet Yellen para ser la presidenta de la Reserva Federal de Estados Unidos, la Fed, el banco central más importante del planeta. Si el Senado la aprueba —cosa que se antoja casi un trámite— será la primera mujer en la historia en ocupar este poderoso cargo.

Baja estatura, pelo blanco, 67 años de edad, educada en su trato, casada con un premio Nobel de Economía y con la fama de no ser tan celosa con la cartera, Yellen quiere, conoce bien a México, según me la definen interlocutores suyos del más alto nivel:

Ella dirigió el Banco de la Reserva Federal de San Francisco, por ello entiende la mexicanidad tan permeada en California, tuvo muchos alumnos mexicanos en la Universidad de California en Berkeley y trata cordialmente a varios funcionarios de nuestro país.

No es de esos políticos estadounidenses que apenas saben que México es otro país ni de los que piensan en él como una fábrica de criminales con una frontera abierta a terroristas.

Eso podría ser una buena noticia.

SACIAMORBOS

A dos cuadras y media de la Casa Blanca, en el FMI, madame Lagarde pone el dedo en una llaga que el gobierno peñista había negado: factor fundamental de la reducción en las expectativas de crecimiento del PIB mexicano es la reducción en la inversión pública. Al arranque del sexenio no gastaban nada. Frenaron uno de los motores económicos, el gubernamental (ver “El gobierno tiene parte de la culpa”, Historias de Reportero, agosto 22 de 2013).

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