jueves, 3 de octubre de 2013

octubre 03, 2013
Historias de reportero | Carlos Loret de Mola Álvarez | 3-X-13

En el 2 de octubre de 2013 México no quiere que se repita una masacre como la de 1968. Los grupúsculos radicales de la marcha conmemorativa lucen desesperados por conseguir que sí.

En el 2 de octubre de 2013 las bombas molotov están del lado de los jóvenes. La prudencia, del lado de los gobiernos.

En el 2 de octubre de 2013 los heridos están del lado de la policía. Los agresores son los que ocupan un pedazo de la calle.

En el 2 de octubre de 2013 los violentos son los manifestantes (un mínimo de ellos, pero manifestantes al fin). Los representantes del Estado, los que resisten.


Prácticamente todos los analistas coinciden en que existe entre las autoridades del país un gran temor a usar la fuerza pública contra las movilizaciones públicas que dañan los derechos de terceros por miedo a que el fantasma de la represión del movimiento estudiantil de 1968 reaparezca en el siglo XXI.

Con ese pánico —nutrido por policías poco preparadas a quienes se les puede “salir de control” el uso de esa fuerza y caer en la inaceptable brutalidad—, los gobiernos prefieren aguantar lo indecible: que los granaderos resistan toda suerte de embates violentos de los manifestantes más radicales tratando de no responder salvo que sea extremadamente necesario, que los comercios sean saqueados, que destruyan sucursales bancarias, que se paralice el tráfico, que se vacíe el aeropuerto, que se cierre el centro de la capital nacional, que se amenace la libertad de expresión de los periodistas que cubren la noticia, que se atemorice a la población, que se trate de negociar, de contener, pero que no se responda.

Recientemente, jóvenes autodenominados anarquistas, encapuchados, se adhieren a movilizaciones de cualquier causa. Están junto a maestros, electricistas, #YoSoy132, simpatizantes del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) de Andrés Manuel López Obrador.

A estos contingentes violentos de jóvenes autoproclamados anarquistas (que ayer en la marcha conmemorativa del 2 de octubre incluso prendieron fuego a un oficial) se han sumado grupos de miembros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación que apenas antier mandaron al estado de coma a un policía motorizado de la Ciudad de México, tras despojarlo de su arma de cargo.

Lo paradójico es que mucho de esto se hace en nombre de la “no represión” de 1968, en nombre de la “no violencia”. Nada más falso. Nada más manipulador. En realidad es el 68 pero al revés, una especie de contra-68.

El movimiento de 1968 fue eficaz en exhibir internacionalmente a un sistema político podrido. La sangre que desgraciadamente corrió en Tlatelolco no fue en vano. Las cosas se fueron tornando diferentes en mucho gracias a ellos y a los no pocos luchadores sociales que dejaron su vida o su tranquilidad en el camino. Son una inspiración nacional. Los violentos de hoy vulneran con sus actos esa memoria.

SACIAMORBOS

Entre los maestros de la CNTE se reparten despensas con el rostro caricaturizado de su ex y futuro candidato a la grande.

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