domingo, 13 de octubre de 2013

octubre 13, 2013
ESTADOS UNIDOS, 13 de octubre.- La luna de miel entre los periodistas estadounidenses y Barack Obama hace tiempo que quedó atrás. Un último informe de la profesión periodística acusa a la Administración Obama de dificultar el trabajo informativo, tratar de sortear el papel mediador de los medios e imponer una situación de paranoia interna sobre posibles filtraciones.


Normalmente son los gobiernos de países poco democráticos los que se llevan el estirón de orejas de las asociaciones internacionales de prensa. Esta vez el objeto de críticas es la gestión de Obama, y además por una organización con sede en Estados Unidos, el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por su siglas en inglés).

En un informe hecho público esta última semana (PDF en español), el CPJ carga con dureza contra las prácticas internas de una presidencia que comenzó prometiendo tranparencia y se ha quedado lejos de ella.

«Esta es la Administración más cerrada y obsesionada con el control que nunca he cubierto», asegura David Sanger, el corresponsal jefe de «The New York Times» en la capital estadounidense. Es uno de los testimonio recabados por el principal autor del informe, Leonard Dowie, antiguo director de «The Washington Post».
Según Dowie, «periodistas y defensores de la transparencia dicen que la Casa Blanca frena revelación rutinaria de información y despliega sus propios medios para evadir el escrutinio de la prensa». Esto último es en referencia a las pocas entrevistas que Obama da a los medios tradicionales, prefiriendo la difusión de mensajes a través medios electrónicos más fáciles de canalizar.

A esas quejas se añaden que la «persecución agresiva de filtradores de información clasificada y los programas de amplia vigilancia electrónica previenen a las fuentes gubernamentales de hablar con los periodistas».

La polémica en los últimos meses acerca de las investigaciones abiertas por la Administración sobre el trabajo de periodistas que publicaron varias exclusivas a partir de filtraciones, ha puesto de manifiesto que no solo se penaliza a los funcionarios que puedan pasar información sino a los propios periodistas que la reciben. El acceso del FBI a correos electrónicos y llamadas telefónicas de la agencia Associated Press y de un reportero de Fox News, por autorización del Departamento de Justicia, han puesto a gran parte de la profesión periodística contra el Gobierno.

Las fuentes tienen miedo
Desde 2009, seis empleados públicos han sido objeto de persecuciones criminales por la filtración de información clasificada a la prensa, frente a los tres en el conjunto de previas administraciones. Pero, al margen de casos de posible vulneración de la ley, como el del condenado soldado Manning y el del fugitivo Snowden, las duras advertencias internas del Gobierno hacen que muchas fuentes prefieran no arriesgarse a hablar, aunque no hubiera delito en ello.

«La mayoría se ven disuadidos por esas persecuciones judiciales de las filtraciones. Tienen un miedo de muerte. Hay una zona gris entre información clasificada y no clasificada, y muchas fuentes estaban en esa zona gris», apunta Scott Shane, redactor de seguridad nacional de «The New York Times». Y añade: «Las fuentes tienen ahora miedo de entrar en esa zona gris. Está teniendo un efecto preventivo. Si consideramos la cobertura informativa agresiva de las actividades del Gobierno como el corazón de la democracia americana, esto vuelca la balanza claramente a favor del Gobierno».

La Casa Blanca niega estas acusaciones. El secretario de prensa, Jay Carney, asegura que Obama ha dado más entrevistas que George W. Bush y Bill Clinton juntos, pero eso incluye participación en shows televisivos de entretenimiento y entrevistas con medios locales, habitualmente más complacientes. (Emili J. Blasco para ABC.ES)

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