lunes, 21 de octubre de 2013

octubre 21, 2013
Gilberto Avilez Tax

Sólo Montejo no le hizo el desaire a esta fea Península, que hasta le decían que era "ínsula" porque ni conocerla querían a esa pobre, fea y solitaria Península; sólo Montejo se enamoró de ella, sólo Montejo supo que detrás de esa costra de fealdad se encontraría un gran pueblo al paso de los siglos. Me pregunto, ¿qué es lo que habrá visto de bonito el Conquistador a estas tierras repletas de 16 cacicazgos de indios bravos que se comían entre ellos?, ¿qué es lo que vio de "bonito" Montejo a esta tierra llena de cardos y de laja -pura laja, dijo Landa-, vil y sucia laja?, ¿qué es lo que vio Montejo en estas tierras donde el pobre español se moría de sed -no hay ríos- y de calor, el pinche, tremendo y empalagoso calor? Ya quiero ver a los que echan pestes contra Montejo, el fundador de Yucatán, si hubieran sido capaces de esa cosa tremenda que hizo, él y sus huestes, de esa gesta de plantarse aquí, dar pelea 20 años, y decidir quedarse y formar un pueblo, que es el pueblo peninsular actual...

Yo no veo con malos ojos que se hayan erigido esas estatuas (¡me da igual!), y no lo digo desconociendo que lo que hubo en el siglo XVI fue un sacudimiento, pero no tanto: la otra parte, la gran cultura maya, persistió a pesar de todo. Pero lo hecho, hecho está, y aunque se rasguen las vestiduras los fundamentalistas de distinta ralea, somos los descendientes de aquel primer momento de hace 500 años. Al final, Yucatán nació de ahí, y es cosa de admirarse la tenacidad que tuvo Montejo para conquistar estas tierras y decidir quedarse...Yucatán no tenía nada de bueno (ni minas, ni otras cosas que atrajeran a los "invasores"), pero Montejo dio la hombrada y decidió fundar un pueblo, que a la larga sería esto que somos, una bola de grillos traumados por la historia.

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