sábado, 7 de septiembre de 2013

septiembre 07, 2013

Cuando en 2011 un pescador había encontrado en la costa de La Habana un pelícano moribundo, la esperanza de que lo salvaron parecía poca. Pero Magela, una mujer de 32 años, se hizo cargo del ave, bautizada Pancho, y ya no se quiso separar de él. "Fue amor a primera vista", explicó Magela. El pelícano se comporta como cualquier otro miembro de la familia, se sube a una mecedora y duerme en el patio. (AP)

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