martes, 24 de septiembre de 2013

septiembre 24, 2013
Historias de reportero | Carlos Loret de Mola Álvarez | 24 de septiembre

Con su Ferrari valuado en 2 millones de dólares, regalo de cumpleaños de su papá, José Carlos Romero Durán es una celebridad entre los valet parking de los restaurantes más caros de Miami. Lo conocen como “el dueño de Pemex”. Tiene también departamentos, un Lamborghini y tres yates.

Su hermana Paulina presume en Facebook fotos de sus viajes en aviones privados, luce sus bolsas Birkin de 200 mil pesos la pieza y pasea en primera clase a sus tres bulldogs ingleses —Keiko, Boli y Morgancita—, mascotas cuyo nivel de vida difícilmente podría sostener un petrolero con un sueldo oficial de 24 mil pesos mensuales.


El papá, el senador priísta Carlos Romero Deschamps, líder del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) desde hace 17 años, maneja sin rendir cuentas a nadie cuotas sindicales de los agremiados que suman aproximadamente 50 mil pesos… cada hora, unos 430 millones de pesos al año, aunque cálculos extraoficiales lo suben al doble. Suficiente para los relojes de oro que tanto le gustan y para que su chofer apueste miles de pesos en sus visitas al hipódromo.

Acostumbrado a la impunidad y a la complacencia histórica de todo tipo de autoridades frente a sus excesos, a principios de este año el dirigente sindical promovió un amparo para evitar que la Secretaría de Hacienda divulgue las cantidades que maneja en una serie de fideicomisos millonarios ocultos al escrutinio público. Uno de ellos, abierto en este sexenio.

Sin embargo, las señales fueron cambiando. En febrero pasado, justo un día después de que fuera detenida y encarcelada la líder magisterial Elba Esther Gordillo, Romero Deschamps recibió un exhorto legal para pagar un préstamo que Pemex hizo al sindicato, por 500 millones de pesos, para construcción de vivienda. Era la primera vez que le exigían pagar. La primera vez que no renegociaban la deuda o se la condonaban. Viendo la suerte de su amiga, empezó a saldar la cuenta.

Desde entonces, y con la reforma energética en la mesa, ha recibido una señal desde la Secretaría de Gobernación: se tiene que ir de su cargo sindical, por las buenas y antes de que termine 2013. Que Romero no llegue a los romeritos.

En el sindicato existe quien pueda ocupar su lugar y garantizar la estabilidad en la poderosa unión de trabajadores. Los operadores del gobierno esperan que la sucesión ocurra pronto y de manera tersa.

Estiman que a las resistencias políticas a la propuesta de reforma energética no se sume un movimiento de trabajadores, o de líderes regionales y seccionales temerosos de perder las prebendas y privilegios que han gozado tantos años. El dirigente es una pieza clave para que las cosas no se desborden en su sindicato de 90 mil afiliados.

Quién sabe si, acostumbrado a vivir como auténtico jeque petrolero, Romero Deschamps tenga la capacidad para descifrar las señales “de arriba” y comprender que su mejor perspectiva es hacerse a un lado, o si, como ha ocurrido con otros personajes de su tipo, piense que es intocable.

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