sábado, 10 de agosto de 2013

agosto 10, 2013
Opinión de JMRM

Este viernes por la noche, trascendió la noticia de que dos detenidos fueron gravemente lesionados bajo la custodia de agentes de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) del Estado de Yucatán y que uno de éstos falleció.

Tres sospechosos, Alberto Heredia Zapata, de 24 años de edad; Erick Fernando López Pech, de 23, y David Enrique Montero Pacheco de 27, fueron parados en la colonia Campestre de esta ciudad en respuesta a un supuesto reporte ciudadano.

La autoridad asegura, en un boletín de prensa publicado por el Diario de Yucatán, que en el interior de su vehículo había una herramienta de las denominadas pata de cabra y un mazo de metal con mango de madera, cuyo uso es común para robos en casa habitación.

El el boletín, la SSP sostiene que uno de los sospechosos amenazó a los policías y otro, Montero Pacheco, fue víctima de un ataque epiléptico que resultó en su muerte.

Qué casualidad que uno de los presuntos culpables se golpeara solo y el otro falleciera a causa de un ataque durante la misma detención... demasiada causalidad para que nos lo creamos.

Dado el amplio historial de la SSP Yucatán en detenciones arbitrarias, amenazas, robos, extorsiones, torturas, allanamientos de morada ilegales y su desprecio total y absoluto a las garantías individuales que queda manifiesto en la implementación de operativos inconstitucionales como los retenes, la corporación pide mucho al esperar que creamos esta enorme, astronómica coincidencia.

Basándonos únicamente en el historial de la SSP durante sus seis años de existencia, es razonable suponer que los tres sospechosos fueron detenidos por su apariencia. Porque la colonia Campestre es una zona para "gente bien" y ellos, al manejar posiblemente un vehículo "humilde" y "no encajar" por su apariencia, fueron arrestados en base a dichos criterios discriminatorios.

Los oficiales entonces procedieron a amenazarlos para que confesaran, y cuando se negaron a hacerlo procedieron a golpearlos, pero "se les fue la mano" y uno de ellos murió. Ahora toca al médico certificante de la defunción comprometer su integridad profesional y su futuro y barrer este asesinato con alevosía y ventaja bajo la alfombra porque "en Yucatán nunca pasa nada"

Eso es lo que podemos suponer que pasó, tomando en cuenta el historial de la SSP en materia de derechos humanos.

Podemos odiar a los ladrones, sentir rabia al imaginar llegar a nuestras casas y ver que nuestras pertenencias han sido robadas, pero eso no le da a la autoridad derecho amenazar y torturar a sospechosos.

"Son ladrones", "Se lo merecían", "Qué bueno" es el tono de muchos comentarios en torno a esta tragedia, pero imaginemos que un día nos toque a nosotros ser víctimas de una detención arbitraria y de una golpiza por el simple hecho de estar en el lugar y momento equivocados. ¿Diríamos lo mismo?

Si esta situación no se investiga y este posible homicidio queda impune los ciudadanos ya no sólo seremos vulnerables a ser parados de manera arbitraria e ilegal sino a ser asesinados por la policía y jamás recibir justicia.