miércoles, 7 de agosto de 2013

agosto 07, 2013
MÉRIDA, Yucatán, 7 de agosto.- La idea original era casarse en el Distrito Federal y luego festejar la boda en Mérida. El plan cambió cuando Javier y Ricardo recibieron la propuesta de iniciar un proceso legal que les permitiera casarse en su natal Yucatán, un estado donde el Código Civil establece que el matrimonio debe concurrir solamente “entre un hombre y una mujer”.


Su historia inició como la de casi cualquier pareja del país o el mundo: se conocieron entre amigos, ligaron de inmediato, convivieron, y en unas cuantas semanas ya vivían juntos. Cuatro años después se han convertido en la figura principal de un movimiento para impulsar el matrimonio igualitario en esa entidad del sureste mexicano.

La propuesta implicaba a otras 36 parejas que se casarían bajo los mismos términos, todas con el apoyo del grupo Matrimonio para Todos, un colectivo que suma el trabajo de 16 organizaciones de la sociedad civil yucateca a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Luego de las primeras reuniones para organizar el proceso, quedaron solamente cuatro parejas. Al final sólo ellos dos, Javier Carrillo y Ricardo Góngora, de 34 y 24 años de edad, se mantuvieron firmes en la decisión de interponer un recurso de amparo contra lo señalado en los Códigos Civil y de la Familia del estado de Yucatán.

Una historia romántica cualquiera… o casi.

Han pasado cuatro años. La noche en el Angelus, la disco gay donde Javier Carrillo estaba a cargo de la gerencia abre toda una alternativa de diversión para Ricardo Góngora que luego le cambiará la vida. Tenían amigos en común, una de las formas más simples del ligue sin importar la preferencia sexual.
Por encima de un capuchino frapé con abundante crema batida, Ricardo hace memorias: “ahí lo conocí y comenzó el cortejo. Muy poquito después ya vivíamos juntos, ya éramos novios oficiales y pues así comenzó todo. Fue súperbreve”.

Javier toma de un capuchino igual, pero sin crema, y recuerda lo mismo. Ricardo llegó una noche con un grupo de amigos. En medio de la música y las charlas lo miró y se dijo: “huay qué onda, me encanta este niño”. Se le acercó, un par de preguntas para romper barreras, un saludo y comenzó todo.

Están entre las correrías en que puede verse a cualquier pareja a unos días de su boda: invitaciones, detalles de la cena, dar acreditaciones a medios informativos, otra sesión de fotos… ¡los zapatos! ¡uuy sí, los zapatos de ambos!

Ricardo tiene 24 y está por terminar la Licenciatura en Mercadotecnia. Tiene un negocio propio, una cabina fotográfica. También trabaja en el bar Blue Namú, propiedad de “Nany Mamú”, uno de los más representativos líderes de la escena gay yucateca y además en un programa del gobierno del estado para la prevención del delito. Coordina talleres de arte.

Javier le lleva 10 años. Es el gerente del Blue, donde se realizará la boda este 8 de agosto. Además compra y vende autos, casas, lo que se pueda. Le gusta mucho el comercio y los servicios. Lo hace desde niño; boleaba los zapatos de sus vecinos. Es una cosa yucateca, la principal actividad productiva del estado es el comercio y servicios, como una tradición.

La vida en pareja, ¿por qué?

Javier dice que fue por cuestiones de estancias; Ricardo, que se fue dando.

“Sí, se fue dando así. De repente fue: ‘Oye, quédate a dormir conmigo’. ‘Va’. Después ya era: ‘oye tengo que ir a dormir a casa de mi mamá’. De ahí se volvió al revés. Luego ya todas sus cosas estaban en mi casa y su mamá feliz de la vida”, cuenta Javier.

Su preferencia sexual no ha sido motivo de discusión en la familia, de ahí también que reciban más del apoyo que esperaban en su proyecto de pareja. La familia de Ricardo sabía que desde niño “quería ser gay”.

“Lo aprobaron, no inmediatamente, pero sí, como que la primera noticia al momento es como conflictiva, pero en muy poco tiempo lo superaron”. Ricardo tenía 13 años entonces. No hubo en su familia ningún intento de ir en contra de lo que él manifestara.

Mis papás son jóvenes y son una pareja muy abierta. Además en la familia tengo tías y tíos que son gays también. Pues por ambos lados, es como que aceptado. No era ni bien visto ni mal visto, añade.

Javier reconoce su origen en una familia más conservadora: “existe pero no se toca el tema. No se platica. Cuando digo que soy gay, en mi casa, aaaarrgh, estalla la bomba. Al día siguiente, me llaman para apagar el fuego: te amamos, eres así, eres nuestro hijo y te vamos a amar siempre”.  Tenía 20 años, fue hace 14 que soltó esa “bomba” por primera vez.

La vida en pareja

“Mi mamá una vez me dijo cásate y salte de la casa cuando termines tu carrera. Y así es, me voy a casar terminando mi carrera”, explica Ricardo.

Javier lo interrumpe: “terminas tu carrera este año, pero te saliste hace cuatro”.

“Pero eso no importa, yo me voy a casar”, recibe Javier por respuesta.

Se lo enfatiza: “…me voy a casar”. Lo hace porque ambos no tenían el matrimonio como una parte de sus planes hace cuatro años, antes de conocerse y querer estar juntos, de intentar luego una opción legal.

“Antes de conocerlo no pensaba siquiera en casarme con un hombre. Conforme lo voy conociendo, su modus vivendi, me voy dando cuenta que él tenía una forma de ser muy organizado, programado, estable… digamos que como pareja nos adaptamos muy bien: como la famosa frase yo cocino, tú lavas los platos, se nos dio así”, afirma Ricardo.

Javier interrumpe: “Eso no aplica en mi casa. Eso es una mentira que estás diciendo”.

La aclaración de Ricardo resuelve un desacuerdo menor sobre los recuerdos compartidos: “en cuestión de pareja, no en la cocina”

Concuerdan después en que se han adaptado bien. La convivencia llevó a Ricardo a pensar  “quiero vivir con ese tipo toda mi vida”. No quería seguir siendo sólo un novio, sino avanzar en la relación “porque así estamos acostumbrados, ser novios, convivir, casarse, así es y yo quiero llevar eso”.

Lo de Javier fue “enamoramiento”. Al principio no quería, estaba convencido de que jamás lo haría. “Entonces él quería, yo no quería, y empieza ese convencimiento sin querer, ese enamoramiento, ese enamorarme de él y decir: esa es la persona con la que quiero estar y quiero estar bien y quiero que cuando yo no esté, él esté bien”.

“Quiero que esa protección que le puedo dar a mi pareja, él hoy no tiene seguro social, pero al ser mi esposo ya tendrá todos esos privilegios que tiene cualquier otra pareja. Así es como entra a mi cabeza el hecho de decir voy a comprar un anillo de bodas”. Así, después de perder el primero que le compró, adquirir otro y proponerle matrimonio.

El plan cambia

“(Casarse en el DF) era nuestra primera y única opción. Irnos al DF antes de hacer nuestra fiesta. Había una fiesta programada para el 14 de diciembre en el Centro de Convenciones Siglo XXI. La idea era casarnos en noviembre y regresar a la fiesta”, narra Javier.

“A Kiki (Ricardo) lo contacta una asociación que se llama Matrimonio para Todos que lo conforman 16 asociaciones civiles y le dicen: ‘oye, fíjate que queremos apoyarlos para la boda’, me lo platica y digo: ‘vamos a ver’”.

Luego de platicarlo, ambos consideraron aceptar la propuesta. Incluso planeaban que si el amparo no se ganaba antes del 14 de diciembre, tendrían la fiesta y luego se irían en enero de 2014 a casarse al Distrito Federal.

Ninguno de los dos pensó antes en iniciar un proceso legal en Yucatán. El hecho es que fueron invitados a participar y recibir el apoyo del grupo mencionado “y es por ellos que lo logramos”, explica Javier; luego Ricardo añade que “lo curioso” es que un mes antes eran 36 parejas, una semana después sólo cuatro y un día antes de ir al Registro Civil “nada más fuimos nosotros”.

Rechazan haber sido usados o estarlo siendo dentro de un movimiento que implica intereses más allá de los de ellos como pareja y que incluye una iniciativa de reforma de ley, elaborada en su mayoría por las organizaciones reunidas en Matrimonio para Todos y presentada en el Congreso del estado por la fracción del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

La propuesta de ley la metió el PRD, pero si me preguntas que si ellos nos han ayudado o se han metido, la respuesta es un no rotundo. No hemos sentido ser usado. Abiertamente te decimos que sí, ¿tenemos amigos políticos’, sí… pero ninguno hasta el día de hoy nos ha usado, no”, aclara Javier enfatizando el punto.

Recuerda que “como cabeza de grupo” en la comunidad gay de Yucatán ya lo habían contactado antes para formar parte de Matrimonio para Todos pero no había podido asistir a las reuniones principalmente por motivos de trabajo.

Luego insiste en que no se han aprovechado de ellos, ni ellos del movimiento: “nos contactaron, también hicieron el contacto con el notario, los abogados. Nos apoyaron y llevaron a cabo todo el proyecto”.

De lo que ambos están conscientes es que su boda se ha convertido además en un espectáculo mediático en Yucatán, al grado que decidieron acreditar a los reporteros que la cubrirán, para que puedan tener un control.

Siguiendo las costumbres

En parte por la condición particular de su preferencia sexual y el proceso que resolvió una orden al Registro Civil del estado para ignorar las leyes estatales y casarlos por la vía civil, Javier y Ricardo reconocen que lo público de su boda también obedece a seguir la tradición y la costumbre de formalizar la relación de pareja dentro del esquema y el orden social.

“Sí, todas mis primas se han casado, y digo: ‘guau y sus bodas’. Yo quiero casarme como ellas, como mis amigas”, expresa Ricardo.

Después Javier complementa el argumento: “para nosotros el hecho de una boda… jamás la visualizamos, jamás dijimos: oye sí, mi boda y el conjunto y el grupo y el local. Y todavía así se da, porque para nosotros la boda en Blue Namú no es la boda de nuestros sueños.

Javier Carrillo y Ricardo Góngora, Javi y Kiki, como son conocidos entre sus amigos y familia, hubieran preferido una boda más privada, “íntima, de familia” y no una boda “de la comunidad, con los medios de comunicación”.

Decidieron hacerlo así porque cuando se da la noticia de la intención de casarse en Mérida “mucha gente, incluso que no conocemos, nos felicita, nos llaman, dicen qué padre, ojalá poder estar, invítanos. Fue demasiada de verdad la gente que quiere ser partícipe de este hecho. Que era inconcebible para Yucatán”.

“Pensamos que es para el bien de la comunidad… nosotros vamos a vivir juntos, que ya lo hacíamos, vamos a tener nuestra luna de miel, nuestra vida continúa. Pero sí es necesario que la gente vea que no pasa nada… quitarle esa venda de los ojos a muchas personas que tienen hijos, incluso esposos, hermanos gays, que no quieren abrir los ojos y saber que existe esa posibilidad de que ellos a lo mejor quisieran casarse. (Luis Castrillón para Animal Político)

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