sábado, 6 de julio de 2013

julio 06, 2013


A principios del siglo pasado, era costumbre en Yucatán que a todo pasajero que llegase a una hacienda, se le diese gratis alojamiento y comida. El padre don Lorenzo Mateo Caldera, cura de Hunucmá, no estaba de acuerdo con tan hospitalaria costumbre, porque su modesta finca se encontraba al borde del camino carretero de Mérida a Sisal, y la llegada de viajeros era allí cosa de todos los días. Para evitarse enojosas explicaciones, escribió con carácter de decreto una décima y, después de hacérsela entender a su mayordomo, la clavó en la pared del corredor. Decía así:

"Quien aquí llegue no entienda

que da pan el mayordomo,

pues Dios sabe cómo como

para que mi hacienda ascienda.

Tiene orden sí de que atienda

a quien con la plata asoma,

y si por punto algo toma

para comer o llevar,

en habiendo de pagar,

que siga su punto... y coma." 

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