miércoles, 10 de julio de 2013

julio 10, 2013
Pedro Echeverría V.

1. El día de mi cumpleaños (29 de junio) falleció mi inolvidable amigo y compañero Javier Centeno, esposo de la también fallecida, la doctora María Eugenia Regalado. Los conocí en 1973 en las fuertes y largas asambleas de profesores, luego en las asambleas de estudiantes, del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH-UNAM). Javier fue siempre el indiscutible líder mayoritario en todas las asambleas por su incomparable activismo entre profesores, estudiantes, trabajadores. Igual que María Eugenia, Javier –siendo abogado- era profesor de Talleres de redacción e investigación documental; sin embargo centraba su materia en la investigación de problemas del CCH-UNAM y de la educación nacional.

2. Fue en los setentas el verdadero “coco” de la autoridades del CCH-UNAM que no lo querían porque siempre estaba exigiendo justicia y democracia en los cinco planteles del CCH-UNAM, tanto como sindicalista, apoyando a los estudiantes “rechazados” o luchando por lo que llamamos el “autogobierno” que logramos en un período. Junto con un poderoso grupo de estudiantes (El Agustín Caballero, el Ciego Ordaz, los Villarroel, el Héctor, también se acercaba el Imaz) ganábamos todas las asambleas y crecía el activismo y la fuerza del grupo. Contábamos en aquellos años con casi todo el apoyo de las academias de Talleres, Ciencias Biológicas e inglés; con parte de Historia y Matemáticas.

3. Durante algunos años de lo setenta, el CCH oriente fue vanguardia de las luchas estudiantiles y (junto a la facultad de Arquitectura) de las luchas por el autogobierno; acudimos –junto a los maoístas- a apoyar luchas campesinas y huelgas obreras. En el plantel estudiaban los estudiantes más pobres; venían de las colonias Agrícola Oriental, Netzahualcóyotl, Iztapalapa. Pero también habría que decir que en los planteles de Vallejo, al norte; Naucalpan, al poniente o Atzcapozalco en la región de Tacuba, podría decirse que sus estudiantes eran de clase media baja. Donde sí asistían los de más alto nivel económico era en el plantel Sur que estaba ubicado en el Pedregal de San Ángel, pero asistían muchos alumnos de clases medias y medias bajas.

4. Leyendo algunas opiniones de quienes fueron alumnos de Javier observo que la mayoría coincide en que fue un buen profesor, un amigo y efectivo ser humano; dos o tres dicen que era “un grillo que siempre estaba hablando de política e invitando a los estudiantes a manifestarse”. Juntos fuimos parte de los directivos del SPAUNAM durante la gran huelga en que paralizamos la UNAM totalmente del 16 al 24 de junio, durante ocho días y medio. Luego Javier continuó trabajando con grupos sociales de Iztacalco e Iztapalapa donde obtuvo una diputación federal en 1988, siendo parte del cardenista Frente Democrático Nacional (FDN) Al concluir su periodo continuó en la misma dinámica hasta ser parte de los funcionarios de la Delegación de Iztacalco.

5. Javier fue un hombre práctico o pragmático; leía muy rápido y agarraba las ideas al vuelo para apoyar o rebatir lo que tenía frente a sus ojos; discutía muy poco porque para él el único criterio de la verdad no era teórico, sino un problema de hechos, de honestidad y práctica. Con ese criterio vivió y cuando otros discutíamos él sólo escuchaba. Trabajaba políticamente como una hormiguita buscando convencer, desde posiciones de izquierda, con cuantas personas se topara en su camino. Siempre llegaba con retraso a sus citas o reuniones; había que estarlo arrastrando para que no se detuviera a explicar sus posiciones políticas o para ofrecer sus servicios –aunque fuera de simples trámites de papeles- a sus amigos.

6. No olvidaré el enorme entusiasmo con el que participaba en las luchas. En junio de 1975, en plena huelga encabezada por el SPAUNAM, a las seis de la mañana hacíamos un mitin de empleados del museo de medicina en el cruce de las calles Belisario Domínguez y Brasil (frente al parque Santo Domingo) Los dos estábamos agotados pero Javier –ya casi sin voz- no descansaba de ampliar instrucciones sobre la huelga tratando de gritar en su discurso. Allí estaba la magnífica María Eugenia –la que siempre frenaba nuestra desesperación con sus llamados- esperándonos con el Volkswagen en marcha para seguir nuestro recorrido hacia la Prepa 2 y la Escuela Nacional de Artes Plásticas.

7. El activismo político de Javier y María Eugenia fue un buen impulso de las luchas. Yo tenía aproximadamente 10 años más que ellos; quizá por ello me tenían mucho aprecio y me recibían con alegría cuando en los últimos años viajaba de Mérida a la ciudad de México. Nunca permitieron que no me reuniera con ellos a platicar alrededor de una cerveza en el bar La Opera. El tuvo muchos amigos entre las diferentes corrientes de izquierda porque era un activista no un ideólogo. Hace unos días La Jornada publicó en “correo ilustrado” una carta solidaria de muchos de nuestros amigos. ¡Qué bueno que sigamos teniéndolo presente como muchos otros a quien sirvió sólo por el deseo de hacerlo! Así era el Javier que adelantó el viaje. (10/VII/13)