EL CAIRO, Egipto, 4 de julio.- El Ejército egipcio, una de las instituciones más respetadas en el país, ha vuelto a convertirse en el gran demiurgo de la política egipcia, erigiéndose como defensor de la «voluntad del pueblo» y árbitro del polarizado e irreconciliable panorama político egipcio. La imagen de la institución ha experimentado una recuperación exprés. Si hace poco más de un año cientos de miles rechazaban en la plaza Tahrir a la junta militar, cuyo gobierno se prolongó durante 18 meses, ayer la mayoría de los manifestantes, como durante la revolución de 2011, volvieron a recibir a los tanques en este ágora con vítores y aplausos.
Las Fuerzas Armadas insisten en que su intención no es regresar a la primera fila de la política y miles de egipcios, muchos de los cuales se opusieron a la junta militar, han abrazado con confianza esta intervención.
No parece, sin embargo, que la ideología haya sido un factor determinante en la actuación de las Fuerzas Armadas.
Los militares y los Hermanos Musulmanes, enemigos acérrimos durante los últimos sesenta años, habían aprendido a convivir juntos desde la caída del expresidente Hosni Mubarak. Aunque tuvieron sus desencuentros, el pragmatismo se impuso entre los Hermanos Musulmanes y el Ejército: la Constitución, que se aprobó a finales del año pasado, redactada en su mayoría por islamistas, garantizaba la independencia de las Fuerzas Armadas, que no necesitan rendir cuentas al poder civil electo y que disponen de casi completa autonomía para gestionar su presupuesto y sus intereses.
Incapacidad de Mursi
Sin embargo, la situación cada vez más explosiva en las calles y la incapacidad del presidente Mohamed Mursi y su gobierno para rebajar la tensión y llegar a acuerdos con la oposición, han acabado por forzar su intervención. El motivo principal es el temor a que un estallido de violencia termine afectando también a la propia institución militar.
No cabe duda de que «el Ejército optará en todo momento por respaldar sus propios intereses» y que, por lo tanto,la institución finalmente se pondría «de parte del grupo que terminara siendo más grande», señala Ziad Akl Musa, analista del Centro de Estudios Estratégicos y Políticos Al Ahram.
Festejo en El Cairo tras el derrocamiento de Morsi. |
Los militares han sabido actuar con sutileza para que no parezca que el golpe ha sido obra exclusiva suya. Pero queda por ver hasta donde están dispuestos a mantener su vigilancia sobre el nuevo régimen del país.
Más que un Ejército
Medio millón Con su medio millón de soldados -y alrededor de un millón de reservistas- las Fuerzas Armadas egipcias son el Ejército más grande del mundo árabe.
Poder económico: Las industrias de todo tipo controladas por el Ejército constituuen entre el 8 y el 40 por ciento del PIB. Las cifras de su presupuesto e ingresos son secreto de Estado
Poder político: La mayoría de los gobernadores provinciales son oficiales retirados del ejército. Muchas de las grandes instituciones y empresas públicas están llevadas por exgenerales.
Nuevas competencias: El pasado mes de diciembre, el presidente Mursi dio al Ejército la facultad de «proteger» los colegios electorales y lasinstituciones. Para algunos es una especie de «ley marcial». (ABC)
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