lunes, 22 de julio de 2013

julio 22, 2013
Artículo de Gilberto Avilez Tax:



En la revisión periodística que he realizado en la Carlos R. Menéndez, así como en la Biblioteca Yucatanense, me he encontrado casos curiosos, extravagantes, raros, increíbles, peregrinos. Estas dos siguientes notas que inserto, aparecieron en los primeros dos meses del año 1919, en La Revista de Yucatán, y refieren un acto "salvaje" cuyas víctimas eran los "zorros" (en Yucatán, se dice zorros a los tlacuaches o zarigüeyas), que servían como "pasto" a las víboras del Centenario de Mérida. Sin más preámbulos, inserto las notas:

ESPECTÁCULO SALVAJE EN EL “CENTENARIO”

Hemos recibido la siguiente carta: Mérida, S.C., enero 27 de 1919.- Sr. Director de “LA REVISTA DE YUCATÁN”.- Presente.- Muy señor mío: Me permito distraer su atención para darle cuenta de un hecho en mi concepto punible, el cual debería ser evitado por constituir un salvajismo: ayer, lunes, tuve oportunidad de estar en el parque “Centenario”, y pude ser testigo de que en la jaula de alambre en que se halla las víboras, son introducidos los infelices zorros y otros animales apresados en el mismo parque, vivos, y destinados a servir de pasto a los expresados reptiles. Los zorros que ayer vi, según informes que pude recoger, hacía ya tres días que estaban en la jaula esperando que sus victimarios fueran servidos devorarlos. Esto, como creo convendrá usted en ello, constituye una crueldad, pues se condena a estos pobres animales que no tienen más delito que el de haber nacido zorros, a largas horas de angustia y de hambre, hasta que son devorados; y constituye, también, una inmoralidad, porque es un acto que no puede menos que ser una lección práctica de crueldad para las gentes sencillas que ahí acuden, y para los niños de las escuelas que diariamente son llevados a ese parque para darles conferencias sobre diversos asuntos.

Creo que más humanitario sería matar de la manera más rápida posible a los animales que sin querer tienen la desgracia de ser perjudiciales y luego, si se quiere, destinarlos a ser pasto de los otros animales.

Espero que usted, por un principio elemental de humanidad, se sirva dar cuenta de esto para que sea evitado. *** Suyo muy atentamente,

ELOY ZAPATA.

***

UNA CARTA.- LOS ZORROS AQUELLOS EN LA JAULA DE LAS VÍBORAS.

Hemos recibido la siguiente: Señor Director de “LA REVISTA DE YUCATÁN”.

Muy señor mío: Hace pocos días leí con verdadera satisfacción una carta en que se refería al bárbaro espectáculo que se ofrece a los visitantes del Parque del Centenario donde se tiene a unos desgraciados zorros, etc., encerrados en las jaulas de unas víboras, harto repugnantes por cierto. Yo creía que la civilizadora excitativa que su periódico hace a este propósito, habría dado resultados; pero he tenido la desilusión de ver que la barbarie aún perdura en aquel recinto, pues ayer estuve en el susodicho parque y mis sensibles nervios se crisparon al contemplar acurrucados en el rincón de la jaula, los ojos brillantes por el terror (así lo creo) y como implorando misericordia, a unos pequeños zorros. ¿A quién habrá qué dirigirse y cómo, para conmoverlo y hacer que termine ese cruel espectáculo? ¡Qué falta hace aquí una sociedad protectora de animales! Con la esperanza de que la civilización no siga siendo ultrajada, quedo su afmo. S.S.

Un Protector de Animales.

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Fuentes hemerográficas:
  • La Revista de Yucatán, 30 de enero de 1919, “Espectáculo salvaje en el Centenario”.
  • La Revista de Yucatán, 6 de febrero de 1919, “Una Carta. Los Zorros aquellos en la jaula de las víboras”.

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