lunes, 17 de junio de 2013

junio 17, 2013


Demostración contra la Cumbre del G8 en las calles de Enniskillen, Irlanda del Norte. (PA)


Cerca de Enniskillen, en el Lago Erne (Lough Erne), el primer ministro británico, David Cameron, da la bienvenida a la canciller de Alemania, Angela Merkel. (Reuters)


Cameron con el Presidente de Rusia, Vladímir Putin. (Reuters)


La cumbre del G8 va a estar dominada por las divergencias entre sus dirigentes sobre el conflicto sirio, con el rechazo frontal del presidente ruso a armar a los rebeldes, en contra de la posición que defiende Barack Obama. En la foto de Reuters, rebeldes en Alepo.


En declaraciones a los medios de comunicación, el primer ministro británico, David Cameron, admitió hoy sus temores sobre la actividad de los sectores radicales entre la oposición siria, pero insistió en apoyar una solución pacífica. "Creo que no deberíamos aceptar que la única alternativa al presidente sirio, Bachar al Assad, es el terrorismo y la violencia. Deberíamos estar del lado de los sirios que quieren un futuro democrático y pacífico", indicó Cameron antes del inicio de la cumbre. (Getty Images)


Tumbas simbólicas por los 93,000 muertos por la guerra en Siria. (Getty Images)


Obama y Cameron von los niños de la Primaria de Enniskillen. (Pete Souza / White House)


El Presidente de EE. UU., Barack Obama, con el Primer Ministro David Cameron, admira un dibujo de niñas en la escuela primaria integrada en Enniskillen, en Irlanda del Norte, antes del comienzo oficial en el resort de Lough Erne. (AFP)


Mientras, en Dublín, Michelle Obama y sus hijas Sasha y Malia visitaron la Biblioteca del Trinity College, donde una genealogista les explicó su conexión con Irlanda. (AP)


Foto de grupo del comienzo de la Cumbre (the leaders are swept up in a Mexican wave while they wait for the arrival of President Obama.). (Getty Images)


Globalifóbicos pasaron por la cerca de alambre de púas que rodea el Lough Erne Golf Resort en el condado de Fermanagh. El letrero dice: "Mientras los drones de Obama vuelan, los niños mueren". (Reuters)


Conversación de Obama y Putin.

 LONDRES, 18 de junio.- La frenética agenda del G8 sentó ayer a las nueve de la noche a cenar a Barack Obama, Vladimir Putin, David Cameron, Angela Merkel y sus homólogos de Francia, Italia, Japón, Canadá y la UE. El menú, frugal. Cameron se ha propuesto pasar una factura al contribuyente inferior a los doce millones que gastó Blair en 2005 en la cumbre de Gleneagles (Escocia), en la anterior presidencia británica del G8. La etiqueta, informal, y sin corbata. ¿El orden del día? La crisis siria, el plato más indigesto de esta cumbre de las grandes potencias económicas, reunidas ayer y hoy en Irlanda del Norte.

Hora y media antes, Obama y Putin mantuvieron un encuentro bilateral para hablar de un conflicto que, según la ONU, ha causado ya 93.000 víctimas mortales. Ambos constataron sus «diferentes perspectivas» sobre el tema. La discusión ayer sobre el dossier sirio era, en realidad, la culminación de un laborioso proceso diplomático que llevó al propio Cameron a Rusia en mayo, donde arrancó al primer ministro ruso un vago compromiso con una hipotética conferencia de paz en Ginebra.

El viernes, Obama y el «premier» británico hablaron por videoconferencia con Merkel, el presidente francés Hollande y el jefe del gobierno italiano Letta para coordinar posiciones. El aislamiento de Putin anoche era clamoroso. Pero nada indica que Rusia vaya a aflojar su inquebrantable apoyo al régimen sirio. Cameron intentaba anoche hacer avanzar el camino hacia una transición política en Siria con un plan de cinco puntos, y pidió a sus socios un «momento clarificador» que haga avanzar esa perspectiva.

Desencuentro de Cameron y Putin

El domingo, Cameron recibió a Putin en Downing Street para preparar la cena de ayer. En la rueda de prensa posterior, ni siquiera intentaron maquillar sus fuertes divisiones. Y Putin tardó solo unos minutos en apretar su mueca y comenzar a escribir notas escuetas, mientras escuchaba al líder conservador británico decir que la guerra en Siria «es contraria a los valores humanitarios y culturales europeos». «La sangre está en las manos de los dos bandos», puntualizó Putin durante su turno de palabra, ante la idea, rumiada desde hace semanas por los líderes occidentales, de armar a los rebeldes.

«Siempre es un debate establecer de quién es la culpa, y uno no debería apoyar a quienes matan a sus enemigos y comen sus órganos», siguió el líder ruso, en referencia a un vídeo en el que, supuestamente, un guerrillero rebelde se come el corazón de una de sus víctimas. La dureza de la postura rusa ha obligado a la oficina del primer ministro a rebajar las expectativas de que esta cumbre del G8 sirva para lograr avances sustanciales en el tablero sirio. «El problema es complejo, y no es más ni menos complejo de lo que era hace una semana», dijo ayer un portavoz de Cameron por la tarde.

La prioridad para el «premier», explicó, es que «es esencial que alcancemos una conclusión sobre Siria, en torno a una transición política». Rusia, ha explicado Cameron estos días, debe aceptar este proceso político «para que el pueblo sirio tenga un gobierno que les representa, y no uno que les masacra». Y ayer planteó un esquema que incluye, según adelanta «The Guardian», mejorar la asistencia humanitaria, combatir la penetración yihadista -un argumento que Moscú aprecia-, acordar que el uso de armas químicas es inaceptable y una transición hacia un nuevo gobierno.

Ayer trascendió que Rusia estaría dispuesta a lanzar un proceso de este tipo con algunas condiciones, entre las que estaría el reconocimiento del régimen de Asad como gobierno legítimo y punto de partida. Algunos miembros del G8 se mostraban ayer dispuestos a aprobar un comunicado entre siete de los participantes, para visualizar la soledad rusa. Pero, si Occidente no logra alterar la percepción del equilibrio militar que tiene Moscú, Rusia no dará su brazo a torcer. Y sin Rusia no hay una Siria sin Asad.

Las claves de la posición rusa

La flota rusa del Mediterráneo tiene su principal puerto en este mar en la ciudad rusa de Tartús, y Asad es un leal cliente para sus exportaciones de armas. «Las ventas de armas rusas al legítimo gobierno de siria cumplen con la legalidad», dijo Putin el domingo en Londres. Los misiles tierra-aire entregados por Moscú a Asad asustan a las cancillerías occidentales a la hora de pensar en establecer una zona de exclusión aérea, tal y como demandan los rebeldes, para neutralizar la brutal superioridad aérea de las fuerzas del régimen. Si Occidente no les envía granadas anti-tanque y misiles antiaéreos, «el conflicto se alargará durante años, y el número de yihadistas crecerá, y entonces Occidente se quejará», advertía recientemente el general rebelde Salim Idris.

La presencia de unidades de Hezbolá, especializadas en combate urbano, ha reforzado la ventaja de Asad en el frente. Jugaron un papel clave en la toma de Qusair, y han anunciado que «asesorarán» al ejército sirio en su inminente asalto sobre Alepo, la localidad del norte que garantiza las líneas de suministro rebeldes con la frontera turca.

Para complicar más el escenario para la comunidad internacional, la presencia, además, de miembros de la Guardia Revolucionaria iraní e, incluso –según los rebeldes- de milicias chiíes de Irak, ha convertido la crisis siria en un conflicto regional con tintes sectarios. En este contexto se inscriben la ruptura de relaciones de Egipto con Asad, anunciada este mismo domingo por el presidente Morsi, y las llamadas a librar una guerra santa de muchos clérigos suníes de la región, mientras Al Qaida dinamita mezquitas chiíes en Siria.

El dilema del envío de armas

Con este panorama, Reino Unido no ha tomado la decisión aún de armar a los rebeldes, desde que junto con Francia lograra que la UE levantara el embargo de armas sobre ellos. Temen que puedan caer en manos de los crecientes grupos yihadistas que combaten con los rebeldes. Obama, por su parte, solo ha aceptado el envío de material ligero, tal y como anunció la semana pasada, aunque se sabe que decenas de soldados de operaciones especiales de EE.UU. están en Jordania, entrenando a ciertas unidades rebeldes.

Alterar la dinámica en el frente implica armar a los rebeldes moderados, pero las contraindicaciones estratégicas y políticas son enormes. Pero Occidente no se atreve por el momento a involucrarse militarme en el conflicto. La política utilizada hasta la fecha de externalizar la entrega de armas a Arabia Saudí y Qatar ha sido errática, y ha agravado las riñas internas entre las distintas unidades rebeldes ante la escasez de armamentos. Otra de las reclamaciones rebeldes es la continuidad en el suministro de munición frente a goteo irregular actual.

Desafiante, Bashar al Asad ha aprovechado la reunión del G-8 para amenazar a Europa, en el caso de que den el paso de armar a los rebeldes. «El patio trasero europeo se llenará de terroristas y Europa pagará el precio», advierte Asad en una entrevista publicada este martes por el «Frankfurter Algemeine Zeitung».. Occidente requiere más que una cena para parar a un régimen que gasea a su población, sabedor además de que cuenta por ahora con el apoyo de Moscú. En efecto, «el problema es complejo». (ABC)

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