domingo, 26 de mayo de 2013

mayo 26, 2013
Eduardo Ibarra Aguirre / Utopía 1255 /27-V-13

Formado como fui por los comunistas que se agrupaban en el PCM, porque también los había sin partido y credencial, desde marzo de 1966 y hasta febrero de 1986, en que dejé de laborar en el Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista, presidido por Arnoldo Martínez Verdugo, la influencia de este singular dirigente político fue determinante para bien y para mal, muchísimo más para lo primero que lo segundo, en mi persona.

Aclaro lo anterior no porque piense aprovechar el fallecimiento del “sabio del comunismo mexicano” (Porfirio Muñoz Ledo dixit) para platicar sobre nuestra relación política, profesional y familiar, lo que haré en el segundo volumen de Remembranzas, sino para ilustrar las dificultades para redactar estas líneas.

Siempre puse como ejemplo a Arnoldo del político mexicano que sabe retirarse a tiempo y emprender con entusiasmo otras tareas más fructíferas como el rescate de la memoria de las izquierdas, paradójicamente en un lento proceso personal de pérdida de la propia. La adicción a puestos de elección popular, partidistas y sociales permite encontrar a destacadas figuras en cargos de segunda y tercera líneas como si de verdad tuvieran necesidad de un ingreso pecuniario. La lección del otrora obrero de la industria del papel y pintor es invaluable, como también la brindó el querido Valentín Campa.

Arnoldo rendía culto al enunciado que postula que el hombre (y la mujer) entre más viejo más chingón y más humilde. La sencillez me recuerda el asombro de uno de sus partidarios: “¿El secretario general del Partido Comunista Mexicano haciendo fila en la tortillería?”


Una ruptura con la ideología de la Revolución mexicana, a partir de 1960 al postular la necesidad de una nueva revolución, misma que poco tiene que ver con empuñar las armas y mucho con la construcción de otra dirección política e institucional, de un nuevo rumbo para México, es de las aportaciones centrales del pensamiento del nativo de Pericos, Mocorito, Sinaloa, y con frecuencia ausente en los discursos y artículos de homenaje. Otros prefieren llamarla independencia respecto del poder político. Como también la diseñó cuidadosamente frente a los partidos comunistas de la Unión Soviética y de China.

Junto a aquella ruptura ideológica, contradictoria y sin suficientes consecuencias políticas en el presente, destacan sobremanera los esfuerzos  para articular a la libertad política en particular, y la democracia en general como parte consustancial del camino mexicano al socialismo en los 60 y 80 del siglo pasado. En términos de Andrés Manuel López Obrador eso se llama “primero optar, en momentos no tan propicios, por la vía electoral (…) él es un precursor de esta convicción de buscar transformar a México por la vía pacífica y electoral”.

Y la convergencia de las izquierdas por el camino de la unidad en la acción y tras un salto de calidad hasta la casi una década de políticas de fusiones orgánicas (PCM, PSUM, PMS, PRD) como política de gran aliento, es otra de las mayores herencias del arquitecto más talentoso, ya dije que sencillo, pero falta añadir tolerante y además coherente, hasta donde la política lo permite, de la segunda mitad del siglo XX.

Físicamente hace años que Arnoldo –como le llamaban la mayoría de sus compañeros, si acaso anteponiendo camarada y muy pocos usaban Verdugo, apellido de doña Silvina, que nada tenía que ver con sus rasgos de personalidad–, y su inteligencia fueron abandonando progresivamente a los suyos. Concluye su ciclo vital pero su pensamiento, aportaciones y el ejemplo perduran en la medida que lo rescatemos y, sobre todo, lo practiquen los políticos de todos los colores y sabores, en particular las izquierdas políticas.

Acuse de recibo

“A Emilio Chuayffet le cayeron muy mal los elogios que le hizo el lunes (20) Raúl Cremoux, durante la celebración del vigésimo aniversario de Canal 22. En su discurso, Cremoux se aventó la puntada de afirmar que Chuayffet, como secretario de Educación, sólo encuentra como antecesores de su altura a Justo Sierra y Jaime Torres Bodet. Y al parecer le falló, porque dicen en el sector que ese estilito, de plano, no le gusta al titular de la SEP. ¡Ouch!” (Trascendió, Milenio, 22-V-13)… Informa el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática: “En abril de 2012, se registraron 40.9 millones de personas de seis años o más en el país usuarias de los servicios que ofrece la internet, representando aproximadamente el 40 por ciento de esta población (…) mostrando una tasa de crecimiento de 14.1 por ciento en el periodo 2006-2012”… Me preguntan si el profesor universitario e investigador Eduardo Ibarra Colado tenía parentesco conmigo, desgraciadamente no, pero con frecuencia nos confundían y optamos por agregar el apellido materno. Un día de 1983 conversamos en el stand del CEMOS, durante el Festival del PSUM, y me compartió nuestra condición de tocayos por el nombre y el apellido… Agradezco los mensajes enviados por atentos lectores con motivo del fallecimiento del abuelo de mis hijos varones.

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