viernes, 24 de julio de 2020

julio 24, 2020
ESTAMBUL, Turquía, 24 de julio de 2020.- Todo está a punto en Estambul para regresar a 1453 este mediodía a la una y once minutos. La reconquista de Santa Sofia para el islam era una promesa del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, que ni los suyos se tomaron en serio cuando volvió a esgrimirla a cinco días de las elecciones municipales del año pasado. Pero hoy, acompañado de un puñado de gobernantes de países musulmanes satélites, el mandatario pisará su superficie nuevamente alfombrada para la plegaria.

Desde varias horas antes un imán recita versículos del Corán para la pequeña multitud que ha logrado acceder a la explanada de Santa Sofía y la Mezquita Azul, casi todos, hombres con cubrecabezas islámicos. Al mediodía, los 500 invitados han empezado a entrar en el templo y la aglomeración al sol se ha puesto en píe entre murmullos como si así apreciara mejor la pantalla gigante.

Hay miles de policías desplegados y el acceso está restringido a más de un kilometro a la redonda.

La gente se agolpa frente a Santa Sofía. (Jordi Joan Baños)

Los periodistas hemos tenido que recorrer la muralla bizantina a lo largo de más de dos kilómetros para recoger la acreditación, una ambientación perfecta para hacer memoria.

En Estambul, que es hoy una ciudad musulmana en más de un 99%, muchos celebran la decisión por motivos religiosos, otros por nacionalistas y otros porque a partir de ahora podrán entrar gratis. Muy pocos disienten.


Constantinopla cayó en 1453 y con ella el que había sido el mayor templo de la cristiandad durante más de 900 años. Algunos dicen que hoy lo que cae es la Turquía laica de Atatürk. De todos modos, el sueño de una Turquía libre de cristianos pero europea recibe hoy un baño de realidad en cualquier caso, aunque tanto en Berlín como en Ankara algunos intentan mantenerlo todavía con alfileres.

El presidente Erdogan supervisó ayer la colocación de la placa que define de ahora en adelante a Santa Sofía como la “Gran Mezquita” (almasjid alkabir, en árabe). Hoy ha llegado con una hora de antelación y a él se han unido los mandatarios de Azerbaiyán, Qatar o Bosnia, entre otros. Tanto dentro como fuera de la mezquita las mascarillas son de rigor, de hecho el aforo ha sido severamente limitado a causa del coronavirus tanto en el interior como en el exterior del templo.

En el tramo anexo a la antigua basílica bizantina, cubierto por la treintena de equpos de televisión que están al tanto del evento, la multitud ha mantenido la distancia de seguridad durante el rezo pero en tramos subsiguientes, y fuera de las cámaras, no había nada parecido a la distancia de seguridad.

Este larguísimo sermón del viernes, que aún dura después de una hora y cinco minutos, recuerda que apenas doscientos metros hay otra mezquita del viernes que es la Mezquita Azul. El problema que tendrán ahora será llenar ambas.

Al principio del sermón la multitud ha interrumpido en varias ocasiones al grito de Alahu agbhar (Dios es grande).

La de hoy fue una jornada histórica desde el punto de vista religioso y de la identidad nacional turca que, desde luego y desde hoy, no está más cerca de Europa. (Jordi Joan Baños / La Vanguardia)

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