martes, 14 de julio de 2020

julio 14, 2020
WASHINGTON, 14 de julio de 2020.- Sin usar técnicas tan drásticas como los reyes de la antigüedad cuando recibían malas noticias, el presidente Donald Trump está intentando matar al mensajero por excelencia de la pandemia en Estados Unidos, el doctor Anthony Fauci. El país rozó este fin de semana los 70.000 contagios diarios, lo que eleva a 3,3 millones los casos confirmados, con 135.000 muertes, más ya que toda la Unión Europea a pesar de que tiene 120 millones habitantes menos.

Como si de un rival político se tratara y no de la máxima autoridad en epidemiología de Estados Unidos y una eminencia mundial sobre enfermedades infecciosas, el equipo del presidente Trump ha distribuido un argumentario entre sus aliados políticos y mediáticos para desacreditar y desprestigiar a Fauci en un momento en que la máxima prioridad de la Casa Blanca es conseguir que las escuelas y universidades reabran sus puertas el próximo curso, al margen de la situación epidemiológica en cada distrito.
El presidente Trump de visita el sábado en el centro médico militar Walter Reed en Bethesda, Maryland. (Tasos Katopodis / Reuters)

“Varios empleados de la Casa Blanca están preocupados por la cantidad de veces que el doctor Fauci se ha equivocado”, afirma un comunicado distribuido el domingo que recoge diferentes comentarios del especialista al inicio de la pandemia. Recuerda, por ejemplo, cuando en febrero el doctor dijo que la amenaza no era muy grave (aunque advirtió que tenía potencial para serlo) o cuando un mes después desaconsejó el uso de la mascarilla a la población general.


Fauci siempre ha reconocido que el virus era más rápido que los científicos y que estos están aprendiendo sobre la marcha, pero si se distinguió por algo al principio de la pandemia fue por desmarcarse del negacionismo de su jefe, cada vez más irritado por su popularidad. Hace más de un mes que no se ven. Suspendidas las ruedas de prensa diarias sobre la pandemia a raíz del ridículo de la lejía, el doctor está casi desaparecido. Con cuentagotas, sus mensajes siguen llegando, y los estadounidenses se fían más de él que de Trump, según diferentes encuestas. Las tensiones han acabado por estallar.

“El doctor Fauci forma parte de un equipo” más amplio que busca determinar “qué es lo mejor para el país”, ha dicho Kayleigh McEnany, portavoz de la Casa Blanca. “Pero no se preocupen porque sus puntos de vista llegan al presidente”, aseguró el domingo en Fox News, que se ha sumado a la campaña contra el epidemiólogo. “Respeto mucho al doctor Fauci, pero no siempre tiene razón y él mismo admite que no tiene el conjunto del interés general en mente. Él lo mira desde un punto de vista muy estrecho de salud pública”, afirma Brett Giroir, miembro también del grupo de trabajo. Uno de los responsables de la campaña de reelección de Trump, Dan Scavino, publicó en Facebook una viñeta en la que Fauci deja con sus consejos que la economía estadounidense se vaya por el desagüe.

Mientras los miembros del grupo de trabajo se rendían a la presión del presidente para que los estados reabrieran cuanto antes la economía, el doctor, de 79 años, se convertía en su Pepito Grillo. El tiempo le ha dado la razón. Mientras Nueva York celebró el domingo su primer día sin muertes por la Covid-19 desde que comenzó la epidemia –fue su primer epicentro en el país– son los estados que siguieron los consejos de Trump, en especial Florida y Texas, los que ahora encabezan las cifras de nuevos contagios.

Después de que Trump volviera a restar gravedad a la enfermedad alegando que el repunte no se ha visto acompañado de un aumento de la mortalidad, Fauci lanzó un mensaje muy diferente: “Hay muchas otras cosas muy peligrosas y malas con este virus. No caigan en la falsa complacencia”, avisó.

Alrededor de la mitad de los nuevos casos que se están produciendo ahora en EE.UU. afectan a jóvenes y durante el primer mes tras la reapertura, en efecto, las muertes no aumentaron a la par que los contagios. Pero, como advertía Fauci, esas personas llevaron el virus consigo a sus casas y puestos de trabajo y la falta de concienciación sobre el uso de la mascarilla hizo el resto. Desde hace una semana, la cifra de muertes ha vuelto a aumentar. Ayer, Trump difundió el tuit de una vieja gloria de la televisión, el presentador Chuck Woolery, que clama que “todo el mundo miente” sobre la Covid: los médicos, los organismos oficiales, los medios...

A pesar de que EE.UU. y Europa están a años luz en términos epidemiológicos, Trump ha puesto como ejemplo a Alemania, Dinamarca y Noruega para reivindicar la reapertura de las escuelas, que presenta como una forma de apoyar a la clase trabajadora, mientras acusa a los demócratas de ceder a las presiones de los sindicatos y de boicotearlo por motivos electorales.

Del mismo modo que la politización y la extrema polarización del país han convertido el uso de la mascarilla en un acto político (en Florida no es obligatorio y Texas lo ordenó hace una semana) el debate sobre la vuelta a las aulas se ha convertido en una batalla partidista donde la ciencia y las discusiones entre expertos brillan por su ausencia. La presión del presidente Trump puede estar teniendo de hecho un efecto disuasorio en el debate público y la puesta en marcha de medidas prácticas para retomar las clases. (Beatriz Navarro / La Vanguardia)

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