Por Freddy Ríos / Por Esto!
A pesar de estar anunciada lluvia, el Dios Chaac decidió no chambear en Mérida el viernes pasado y se llevó a cabo sin complicaciones la novena función del Torneo de Box Amateur de barrios, colonias y comisarías de Mérida en la populosa colonia de Pacabtún, en zona “kukulkanizada”.
No obstando que el rey de los deportes atrae poderosamente la atención de todo Yucatán que desea ver a sus Leones con su quinto título de la Liga Mexicana de Béisbol, los aficionados al boxeo abarrotaron de nueva cuenta el graderío y participaron con escandalosas porras.
En este evento se ha coronado el décimo quinto campeón del torneo y el honor fue para Iván López Ramos del club San Francisco, quien se apoderó del primer lugar luego de derrotar a Gabriel de la Rosa en una trepidante pelea que dejó una decisión dividida a su favor.
Fueron una decena de combates que resaltan la calidad de los y las jóvenes pugilistas de diversos clubes de Mérida y 7 municipios del interior del Estado.
La dinámica incluye brindar reconocimiento público a grandes exponentes del boxeo yucateco que hicieron historia y correspondió el turno a cuatro figuras, una de tiempos pretéritos ya lejanos y los otros tres, no tanto.
El lugar estelar fue para un verdadero guerreo de mediados del siglo pasado, el primer “Chamaco” Ortiz.
Silverio Ortiz Cuevas nació en Mérida, Yucatán, en el barrio de Santiago el 4 de noviembre de 1942.
Debutó cómo boxeador profesional a los 15 años en Ciudad del Carmen, Campeche.
El 5 de octubre de 1966 ganó el campeonato estatal pluma derrotando a Carlos Navarrete, el “Zurdo Aparecido”, en una contienda que rayó en trifulca personal, derivando en un mayúsculo escándalo todavía recodando por viejos boxeanómanos. En aquella ocasión los contendientes llegaban reclamando revanchas de encuentros anteriores en Campeche y Ciudad del Carmen.
La pelea fue muy emocionante desde el primer episodio y en el sexto ardió Troya, el Zurdo sangraba de la nariz desde el episodio anterior, sin embargo, aceptó un violento cambio de golpes y un volado lo depositó en la lona para la cuenta de protección.
Se incorporó hecho una fiera y arremetió furioso contra su rival que lo recibió con toda su respetable artillería, sonó la campana y se siguieron golpeando. Carlos se tomó con ambas manos de la cuerda de arriba y pateó con ambos pies el pecho de Ortiz. Esto colmó la paciencia del réferi Alfonso Canto y descalificó a Navarrete.