sábado, 21 de septiembre de 2019

septiembre 21, 2019
Fernando Muñoz Castillo / POR ESTO!

I

Recuerdo que siendo niño, mi padre llegó una tarde/noche a la casa con un cuadernillo de poemas y prosas burlescas y obscenas llamado Pendejadas, yo, siempre curioso, aceché de reojo qué decía el mentado cuadernillo, mi padre se dio cuenta y me dijo, léelo, no vas a enterarte de nada que no sepas.

Esa noche leí, me sonrojé y me reí como lo que era: un chiquillo.

Al día siguiente lo llevé a la escuela a escondidas, la sorpresa fue que alguien más llevó un cuadernillo igual y ese fue Ariel Avilés Marín, y al igual que yo, lo llevaba a escondidas de don Ariel.


Lo mismo sucedió cuando un grupo de intelectuales de la época, publicaron la revista El otro huevo de Colón, que era igual: una revista satírtica que rendía homenaje a Pichorra y a otros obscenos yucatercos.

A la distancia, siempre pensé que tanto don Ariel, como don Fernando, eran unos padres muy liberales y jocosos que compartieron con sus hijos varones, una lectura considerada sólo para hombres adultos.

II
En la década de los 70 había varios recitales de poesía erótica, pero nunca me atreví a incursionar en lo obsceno y el porno, no como un simple solazamiento, sino como un espectáculo producto de la reflexión seria.

En 1989, se me ocurrió presentar un espectáculo sobre la obscenidad, unos años atrás, los artistas visuales y performanceros, Maris Bustamante y su marido Rubén Valencia, habían presentado un culto espectáculo de cabaret llamado el Porno Chou, el que había causado expectación y regocijo en un momento muy mocho y disparejo de la política presidencial.

El texto que armé, estaba formado con textos de muchos autores nacionales y extranjeros y, por supuesto, con la famosa Elvirita, de Pichorra, y varios textos anónimos del mismo corte.


Resulta todavía (?), para muchos aceptar que todos los poetas escribieron poemas eróticos y muy eróticos, al igual que todos los escritores de prosa, y que la mayoría de los escritores en alguna ocasión incursionaron en lo obsceno y lo pornográfico, pues como dicen: Hasta la reina Isabel baila el danzón, porque es un ritmo muy suave y sabrosón.

La idea era presentar completa la zarzuela de Pichorra, Gonzalo Deschamps la musicalizaría, pero no encontré en ese momento actores cantantes y bailarines, fue entonces cuando fui a ver a Maris y la invité para hacer este espectáculo como un experimento de teatro perfomanceado o performance teatrificado, pues en ese tiempo los performanceros negaban que el perfomance era una representación.

En el camino se nos ocurrió fotocopiar el texto completo y dividirlo en varios fragmentos, amarrarlos con un listón, agregarles un condón y obsequiárselo al público para que comenzara a formar su biblioteca de textos obscenos. (Continuará)

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