sábado, 1 de junio de 2019

junio 01, 2019
WASHINGTON, 1 de junio de 2019.- La decisión de Donald Trump de imponer aranceles de hasta el 25% a absolutamente todos los productos mexicanos importados por EE.UU., como un novedoso método para frenar la inmigración ilegal, desató ayer el pánico en los mercados, la airada protesta de las principales empresas nacionales y profundo malestar de los líderes tanto demócratas como republicanos del Capitolio. La Casa Blanca defendió ayer la decisión como una forma legítima de presionar al gobierno de México para que asuma la responsabilidad de impedir la llegada de más de 100.000 centroamericanos al mes a la frontera sur de EE.UU.

«El éxito de esta medida lo juzgaremos según el número de gente que cruce la frontera, y lo que queremos es que descienda de forma significativa lo antes posible», dijo ayer el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Mick Mulvaney, en una conversación con los periodistas en Washington. Mulvaney defendió la necesidad de esos aranceles, anunciados por Trump en Twitter, por el dramático aumento de las llegadas de ilegales a EE.UU.: un máximo histórico de 109.000 sólo en mayo; 80.000 personas en centros de detención esperando una decisión judicial sobre su solicitud de asilo; 400 niños que cruzan la frontera al día sin la custodia de un adulto.

Trump al anunciar los aranceles el 30 de mayo. (AP)

Una primera tanda de aranceles, del 5%, entrará en vigor el 10 de junio. Si no se reducen las cifras de «sin papeles» en octubre, pasarán al 25%. Cada año, EE.UU. importa de México bienes por 371.000 millones de dólares (332.000 millones de euros). Los más afectados serán componentes de coches y camiones, petróleo crudo, cables, teléfonos, televisores, cerveza y aguacates.

Para aprobar estos aranceles por decreto, Trump empleará una ley de 1977 que le permite regular el comercio ante una amenaza a la seguridad nacional de una nación extranjera. Hasta ahora esa ley sólo se había aplicado en América Latina contra los regímenes de países claramente enfrentados a Washington, como Venezuela o Nicaragua.

La caída de las bolsas y las quejas de empresas automotrices, grandes supermercados y cadenas de restaurantes provocó ayer un consenso poco habitual en el Capitolio: ambos partidos se opusieron abiertamente a la drástica medida. El jefe de la comisión de Finanzas del Senado, republicano, fue tajante. «El comercio y la política migratoria son asuntos distintos. Este es un mal uso de la potestad del presidente para imponer aranceles y va en contra del criterio del Congreso», dijo Chuck Grassley por correo electrónico.

La Casa Blanca, sin embargo, defendió ayer que había avisado previamente a los líderes republicanos y demócratas en el Capitolio. «Obviamente, quienes más sabían de esta medida, porque les advertimos de ella, eran los senadores republicanos», dijo ayer, visiblemente molesta, la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders.

El presidente de México no se quedó de brazos cruzados. «Presidente Trump: los problemas sociales no se resuelven con impuestos», respondió inmediatamente Andrés Manuel López Obrador en una carta. AMLO abogó por el diálogo y aseguró que no quiere «la confrontación». «Los seres humanos no abandonan sus pueblos por gusto, sino por necesidad», dice AMLO en la carta. A su juicio, el lema «Estados Unidos primero» es «una falacia, porque hasta el fin de los tiempos, incluso, por encima de las fronteras nacionales, prevalecerán la justicia y la fraternidad universales», añadió en la misiva, que firmó como «su amigo».

El ministro de Exteriores mexicano, Marcelo Ebrard, llegó ayer a Washington en un intento contrarreloj de impedir la entrada en vigor de los aranceles. Fue recibido en la oficina del representante de Comercio, donde defendió que semejante medida unilateral pone en grave riesgo la renovación del acuerdo de libre comercio de América del Norte, renegociado el año pasado por EE.UU., Canadá y México y que ahora debe ser ratificado en el Capitolio. (David Alandete y Adrián Espallargas / ABC)

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