sábado, 16 de febrero de 2019

febrero 16, 2019
CIUDAD DEL VATICANO, 16 de febrero de 2019.- Para crímenes monumentales, castigos ejemplares. Esto es lo que parece decir el papa Francisco al haber firmado la retirada del estatus clerical al excardenal Theodore McCarrick, la figura que más representa la gravedad de la lacra de los abusos sexuales clericales a menores en Estados Unidos. Al reducirlo al estado laico, el Vaticano le aplica la pena más severa que contempla la ley canónica, con lo que el estadounidense se convierte en el perfil de más rango en la Iglesia católica que recibe este castigo en la historia reciente.

Después de días de rumores, la Congregación de la Doctrina de la Fe ha publicado un comunicado este sábado por la mañana donde dice que ha confirmado el decreto por el cual hallaba culpable al arzobispo emérito de Washington de “pecados contra el sexto mandamiento con menores y con adultos, con el factor agravado de abuso de poder”. La pena impuesta ha sido la retirada del estatus clerical, y así le fue comunicado al excardenal este viernes. “El Santo Padre ha reconocido la naturaleza definitiva de esta decisión tomada de acuerdo con la ley, publicándola como res iudicata, es decir, que no admite más recursos”, concluye la nota.


Con esta decisión Francisco demuestra que quiere que el caso de McCarrick esté zanjado días antes de la importante cumbre contra la pedofilia en el Vaticano, que reunirá desde el jueves a todos los presidentes de las conferencias episcopales del mundo, y que ha suscitado una gran expectativa mediática. Sin embargo, algunas voces dentro de la Iglesia creen que la cabeza del estadounidense no bastará para contener la ira de la opinión pública si el domingo que viene la Santa Sede no sale de la reunión con grandes progresos encima de la mesa por este asunto.

En julio, McCarrick, de 88 años, se convirtió en el primero en casi un siglo en perder el estatus de cardenal después de que afloraran pruebas creíbles de que había abusado sexualmente de un adolescente hace cincuenta años. El Papa aceptó su renuncia, le ordenó vivir en reclusión y le prohibió ejercer el ministerio público. Meses después salió a la luz que reside en un monasterio franciscano en Kansas.

El excardenal fue arzobispo de Washington del 2001 al 2006, y sus múltiples acusaciones abusos se remontan a décadas atrás, cuando estaba escalando en la cumbre de la jerarquía eclesiástica estadounidense. Varios sacerdotes y exsacerdotes aseguran que les forzó sexualmente cuando estaban en el seminario. El caso se convirtió en una bomba de relojería dentro de la curia cuando el exnuncio en EE.UU. Carlo Maria Viganò aseguró sin pruebas que Francisco conocía de primera mano los crímenes de McCarrick.

Para crímenes monumentales, castigos ejemplares. Esto es lo que parece decir el papa Francisco al haber firmado la retirada del estatus clerical al excardenal Theodore McCarrick, la figura que más representa la gravedad de la lacra de los abusos sexuales clericales a menores en Estados Unidos. Al reducirlo al estado laico, el Vaticano le aplica la pena más severa que contempla la ley canónica, con lo que el estadounidense se convierte en el perfil de más rango en la Iglesia católica que recibe este castigo en la historia reciente.

Después de días de rumores, la Congregación de la Doctrina de la Fe ha publicado un comunicado este sábado por la mañana donde dice que ha confirmado el decreto por el cual hallaba culpable al arzobispo emérito de Washington de “pecados contra el sexto mandamiento con menores y con adultos, con el factor agravado de abuso de poder”. La pena impuesta ha sido la retirada del estatus clerical, y así le fue comunicado al excardenal este viernes. “El Santo Padre ha reconocido la naturaleza definitiva de esta decisión tomada de acuerdo con la ley, publicándola como res iudicata, es decir, que no admite más recursos”, concluye la nota.

Con esta decisión Francisco demuestra que quiere que el caso de McCarrick esté zanjado días antes de la importante cumbre contra la pedofilia en el Vaticano, que reunirá desde el jueves a todos los presidentes de las conferencias episcopales del mundo, y que ha suscitado una gran expectativa mediática. Sin embargo, algunas voces dentro de la Iglesia creen que la cabeza del estadounidense no bastará para contener la ira de la opinión pública si el domingo que viene la Santa Sede no sale de la reunión con grandes progresos encima de la mesa por este asunto.

En julio, McCarrick, de 88 años, se convirtió en el primero en casi un siglo en perder el estatus de cardenal después de que afloraran pruebas creíbles de que había abusado sexualmente de un adolescente hace cincuenta años. El Papa aceptó su renuncia, le ordenó vivir en reclusión y le prohibió ejercer el ministerio público. Meses después salió a la luz que reside en un monasterio franciscano en Kansas.

El excardenal fue arzobispo de Washington del 2001 al 2006, y sus múltiples acusaciones abusos se remontan a décadas atrás, cuando estaba escalando en la cumbre de la jerarquía eclesiástica estadounidense. Varios sacerdotes y exsacerdotes aseguran que les forzó sexualmente cuando estaban en el seminario. El caso se convirtió en una bomba de relojería dentro de la curia cuando el exnuncio en EE.UU. Carlo Maria Viganò aseguró sin pruebas que Francisco conocía de primera mano los crímenes de McCarrick.

La acusación de Viganò llegó en el peor de los momentos, en forma de una carta de once páginas, firmada por uno de los personajes más tradicionalistas de la Iglesia y que tenía sed de venganza porque el Papa había puesto fin a sus ambiciones de convertirse en cardenal. Hizo mucho daño, ensombreció el importante viaje apostólico a Irlanda del pasado verano y demostró que existe una dura oposición conservadora al Pontífice dispuesta a utilizar la crisis de abusos para mermar su autoridad.

Aunque Francisco ha pedido rebajar las expectativas para la cumbre de la semana que viene, lo cierto es que el formato de la reunión, inédito en la Santa Sede, ha hecho que algunos vaticanistas la consideren una cita clave que podría marcar su entero pontificado. Acudirán unas 170 personas –de ellas, sólo 12 mujeres– con el objetivo arrojar luz sobre cómo prevenir la pedofilia clerical y las consecuencias que podría sufrir un obispo que ha encubierto crímenes en su diócesis. (Anna Buj / La Vanguardia)

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