Eduardo Ibarra Aguirre / 3-X-18
Al cumplirse 50 años de la consumación –a sangre, fuego y cárcel– de la derrota del movimiento estudiantil y popular de 1968, recupero una de las expresiones, no capitalinas ni estudiantiles, de la solidaridad que suscitó en el norte de Tamaulipas, como en otras regiones del país, no registradas por los protagonistas y estudiosos.
Primero una remembranza. Felipe Millán, uno de los dirigentes del Partido Comunista Mexicano en la región, me acompañó el miércoles 2 de octubre a la estación del ferrocarril de Río Bravo para trasladarme a Matamoros. Tras platicar largo y tendido, segundos antes de abordar el tren, me soltó a boca de jarro:
–Parece que hubo una matanza de estudiantes en México.
–¿Cómo? ¿Cuándo? –fue todo lo que hilvané.
–Lo escuché en la radio y la información es muy confusa –alcanzó a decirme el ahora periodista, mientras el tren arrancaba, quizá a las 19 horas, bajo un cielo intensamente azul, nubes blancas y un sol de verano. La nítida imagen quedó registrada como fotografía. La confusión envuelta en preocupación también.
La sorda represión posterior del afamado Chacal de Tlatelolco, intensa pero selectiva, se hizo presente por los rumbos de Río Bravo, Matamoros, Valle Hermoso, Reynosa, Miguel Alemán…