Eduardo Ibarra Aguirre / 24-IX-18
El presidente electo anunció que “ya no puedo hablar como antes, porque ya tengo una representación, una investidura que tengo que cuidar”, lo hizo en Nogales, Sonora, el día 20, horas antes de encontrarse con el gobernador panista de Baja California. “Ya me tengo que moderar, me tengo que autolimitar, ya como la mitad de mi lenguaje la tengo que hacer a un lado, ya no puedo hablar de algunas cosas”.
Buen propósito de Andrés Manuel López Obrador y harto difícil que lo cumpla, pues como los 84 presidentes que gobernaron o mal administraron México, tiene su propio estilo personal de gobernar, lo que incluye el vital lenguaje y con el que usa AMLO logra comunicarse como nadie con decenas de millones de mexicanos.
Ojalá (Alá quiera) me equivoque, pero sería tanto como pedirle a Enrique Peña Nieto que abandone el uso y abuso de “eventualmente” (de forma eventual), al confundirlo con el adverbio inglés “eventually” (finalmente, al final –de cuentas– y “a la larga”. Para no mencionar frecuentes dislates como hacer de León, Guanajuato, y de San Juan de los Lagos, Jalisco, entidades federativas.
El propósito de AMLO se produjo enseguida de señalar que no se debe permitir que los gobernadores “hereden” sus cargos a sus familiares, como en Puebla, donde Martha Erika Alonso, esposa del exgobernador Rafael Moreno Valle, fue declarada ganadora, pero el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ordenó materializar el recuento “voto por voto”, debido a las abundantes irregularidades cometidas por la señora y su equipo, donde destaca Maximiliano Cortázar, el censor de Felipe Calderón en la Presidencia.