Eduardo Ibarra Aguirre / 13-VIII-18
Los 41 días que tardó Ricardo Anaya en reaparecer públicamente dan idea de la magnitud de la derrota política de Acción Nacional y del presunto empresario de bodegas en Querétaro, de acuerdo a las incursiones del Ministerio Público federal en su contra y de las que ya nadie en el Revolucionario Institucional y el gobierno de Enrique Peña Nieto quieren acordarse tras el fracaso sin precedente sufrido en las urnas con José Antonio Meade, “una persona decente, buena, honorable”, según el ahora presidente electo de México, desde el miércoles 8.
Lapso en que los colegas de la fuente y no pocos analistas pidieron reportar la “desaparición” del que llegaba corriendo a los escenarios de los mítines, empuñando un micrófono y levantando un brazo, cual si fuera la hoy sexagenaria Madonna, pero auténtica diva, a la Alerta AMBER y consciente del escarnio de la broma, apareció fugazmente en redes sociales en dos ocasiones para mostrarse como hacendoso padre de familia y con Damián Zepeda, al que dejó encargado de la presidencia del changarro panista.
Mas no hay plazo que no se cumpla y Anaya Cortés compareció el fin de semana ante el Consejo Nacional, en el que tiene mayoría por sobre la docena de familias que administran al PAN. La catarsis de 50 oradores, informa Georgina Saldierna, duró 11 horas el sábado a puerta cerrada y la dirigencia aceptó ante la ausencia de los gobernadores, excepto Javier Corral, un rosario de errores en los que será preciso establezcan prioridades.