domingo, 16 de septiembre de 2018

septiembre 16, 2018
CIUDAD DE MÉXICO, 16 de septiembre de 2018.- El último grito de Enrique Peña Nieto es también el más triste. A lo largo del sexenio, la ceremonia cívica más importante del año nunca tuvo buena estrella.

El Zócalo tiene muchos huecos, pese a los camiones que trajeron invitados del Estado de México para llenar las primeras porciones de la plaza mayor, frente al balcón central.

A diferencia de otros años, esta vez los invitados de las primeras filas no visten del rojo priista de los mexiquenses.

Antes del Grito, los cantantes Emmanuel y Mijares recetan sus viejos éxitos. Media hora antes de la ceremonia terminan el concierto y en las grandes pantallas corre uno de los espots que el hijo predilecto de Atlacomulco lanzó con motivo de su último informe de gobierno.

El presidente Enrique Peña Nieto encabezó la ceremonia del Grito de Independencia desde el balcón central del Palacio Nacional, acompañado de su esposa, Angélica Rivera de Peña. (Reuters)

Qué cura Hidalgo ni qué Corregidora ni nada. Lo que importa ahora es que, gracias al salvador de México, somos “una potencia turística mundial”.

“¡Viva México!”, grita la voz del anuncio y el Zócalo calla.

Cuando comienza el desfile de imágenes de lo que sucede dentro de Palacio Nacional también se escucha una silbatina que se adueña del ambiente, en medio de el ruido de las cornetas.

No dura mucho. Los altavoces cubren silbidos y mentadas.

Enrique Peña Nieto sale al balcón y cumple con el ritual de manera ortodoxa. Vivan los héroes, viva México, y ya.

En los balcones, el gabinete, el cuerpo diplomático y otros invitados observan la pirotecnia.

Gritos aislados de ¨¡Peña, Peña!” subrayan la despedida. En la primera fila, una persona porta un solitario un pequeño cartel: “Te queremos ahora y siempre”.

En el balcón central se despiden del país el hijo predilecto de Atlacomulco, su esposa e hijos, con prendas que harán chorrear tinta a las revista de moda y del corazón.

La brevedad de la ceremonia contrasta con el despliegue de luces, cámaras y filtros de seguridad.

Tales previsiones garantizan que las diez primeras filas detrás de la valla metálica despidan al presidente año grito de “¡Peña, Peña!”.

Detrás de esas primeras filas, hubo más emoción cuando Emmanuel destrozó por enésima vez una canción de Lucio Dalla que cuando Peña hizo sonar la campana.

Las ceremonias del Grito de Independencia en el sexenio actual han estado marcadas por sucesivas tragedias.

En 2013, Enrique Peña Nieto cumplió con el ritual y luego bajó a uno de los patios del Palacio Nacional sólo para informar que se retiraría para atender la emergencia provocada por las lluvias torrenciales.

Los años que siguieron no fueron muy distintos. En 2017, la conmemoración estuvo marcada por los sismos del 7 de septiembre que golpearon a Oaxaca y Chiapas.

En una búsqueda simple en internet, las notas que tratan de los vestidos que han vestido la esposa y las hijas del presidente casi igualan las dedicadas a la ceremonia cívica.

Las revistas del corazón e incluso publicaciones “serias” han dedicado muchas líneas a la vestimenta de la familia presidencial.

En 2016, por ejemplo, destacaron que Angélica Rivera se sumó a la “austeridad” gubernamental porque volvió a vestir una prenda que había portado en una cena con los reyes de España.

El año pasado, las revistas del corazón, por supuesto ajenas a las millonarias cifras que este gobierno ha gastado en publicidad, destacaron que la esposa del presidente usó un vestido negro, eran solidaridad con las víctimas de los sismos. Esta vez hablarán del vestido rojo de la alguna vez dueña de la Casa Blanca. (Arturo Cano / La Jornada)

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