jueves, 12 de julio de 2018

julio 12, 2018
ESTAMBUL, Turquía, 12 de julio de 2018.- La suerte del polémico telepredicador turco Adnan Oktar parece estar echada, esta vez de forma definitiva. A primera hora de la mañana de este miércoles, el autoproclamado teólogo fue detenido por la policía. Oktar, famoso por sus tertulias televisivas, denunciaba las ideas de Charles Darwin como uno de los orígenes de los males de la humanidad y sermoneaba sobre su particular visión del islam acompañado por sus “gatitas”, mujeres de prominentes labios y pechos artificiales y siempre vestidas con camisetas y pantalones ajustados. En total, se han emitido órdenes de arresto contra 235 miembros de la secta.

El telepredicador turco y sus "gatitas". (A9 TV)

La operación, que se ha iniciado con detenciones simultáneas en cinco provincias del país —incluido un asalto a la villa de Oktar a orillas del Bósforo con el apoyo de helicópteros—, la ha dirigido la sección de Delitos Financieros de la policía. En un comunicado, la policía acusa a los miembros de la secta de una larguísima lista de crímenes, entre ellos “establecer una organización delictiva, abuso de menores, abusos sexuales, secuestro, chantaje y lavado de dinero”. Según el diario Hürriyet, los agentes se habrían incautado de un arsenal de armas en la mansión del telepredicador.

En unas declaraciones telefónicas al diario Cumhuriyet, instantes antes de que se lo llevaran preso, Oktar dijo sentirse “sorprendido” por la operación y acusó de orquestarla al “espionaje británico”, diana habitual de sus diatribas y teorías de la conspiración. “No creo que el señor Tayyip [Erdogan, presidente del país] ni el ministro del Interior" estén al tanto de ella, añadió.

Oktar, que predica también bajo el seudónimo de Harun Yahya, saltó a la palestra internacional cuando en 2007 envió a universidades de Europa y Estados Unidos unos inmensos tomos lujosamente encuadernados bajo el título de Atlas de la Creación, con los que pretendía demostrar que las especies, tal como las conocemos, fueron creadas por Dios y que no existe la evolución. Un razonamiento carente de argumentos científicos (Oktar estudió diseño de interiores) y que los expertos tacharon de “delirante”. No en vano, Oktar llegó a pasar varios meses internado en un psiquiátrico.

En Turquía se le conocía desde que en las décadas de los ochenta y los noventa trató de forjar una comunidad de fieles a su alrededor, en su mayoría procedentes de familias pudientes. En 2008, una acusación de la Fiscalía sostenía que los integrantes eran atraídos mediante fiestas y orgías que quedaban grabadas para después chantajear al que quisiese abandonar el culto. De hecho, el proceso judicial concluyó con una pena de tres años de cárcel para Oktar, quién, sin embargo, apeló al Tribunal Supremo y logró la absolución. Tras ser exonerado, su organización no hizo más que crecer: inauguró su propio canal de televisión, A9 TV, y se hizo conocido por sus lujosos eventos, como los banquetes de ruptura del ayuno durante Ramadán en el Palacio de Dolmabahçe, a los que acudían invitados de todo el mundo, incluso diputados del parlamento israelí.

Pero el crédito parece habérsele terminado, pese a mostrarse un declarado defensor del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y de su partido islamista. A inicios de año, Oktar entró en una disputa verbal con Ali Erbas, presidente de la Dirección de Asuntos Religiosos o Diyanet —una suerte de superministerio que rige las mezquitas y los imanes de todo el país— y, además, muy cercano al mandatario turco. Erbas acusó a Oktar de “haber perdido el juicio” por dar sermones religiosos al mismo tiempo que “hace danzar a bailarinas del vientre”. El telepredicador le respondió que los empleados de la Diyanet “ganan sus salarios de los impuestos a casinos y fábricas de bebidas alcohólicas”.

Esto parece haber marcado el inicio del fin de Oktar. En febrero, el Consejo de Radiotelevisión impuso multas a A9 TV por “contravenir las normas sobre igualdad entre sexos” y mostrar a las mujeres como objeto, y le ordenó clausurar su programa estrella. Un mes antes, un tribunal había dictado una orden de alejamiento contra él, tras las quejas de un padre cuyas dos hijas, una de ellas menor de edad, habían sido captadas por la secta. Y en marzo, Ceylan Özgül, una de las célebres “gatitas” de los programas de Oktar, abandonó la mansión en la que vive el núcleo de la organización y acusó públicamente a Oktar de haberla retenido contra su voluntad “durante 20 años”, impidiéndole moverse libremente e incluso decidiendo cómo debía vestir y peinarse.

La de Oktar no es la única organización islámica que recientemente ha visto cómo Erdogan le cortaba las alas. En uno de sus últimos decretos ley, el Ejecutivo prohibió la Fundación Furkan, una corriente islamista ultraconservadora que, en ciertas cuestiones, había criticado al Gobierno. Las organizaciones y cofradías religiosas (tarikat) han tenido una gran influencia en la historia política de Turquía, siendo cortejadas por los partidos políticos para obtener el favor de sus fieles en forma de votos. Una de ellas, la dirigida por el predicador Fethullah Gülen, llegó a controlar amplios sectores de la Administración, la Policía y las Fuerzas Armadas. Tras la ruptura entre los gülenistas y Erdogan a inicios de esta década y la subsiguiente purga, sostiene el experto Rusen Çakir, “las tarikat han perdido toda su fuerza. Ya no tienen capacidad de negociación con los partidos políticos. Sólo tienen una opción: o apoyan a Erdogan, o mueren”. (Andrés Mourenza / El País)

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