jueves, 10 de mayo de 2018

mayo 10, 2018
KABUL, Afganistán, 10 de mayo de 2018.- Después de un día en el que hasta ocho terroristas suicidas han atacado el centro de Kabul, la noche ha caído y las calles totalmente vacías de la capital han quedado sumidas en un silencio sepulcral, con el ocasional zumbido del dron reconociendo la ciudad a baja altura. Entonces la noche se ha roto con otra gran explosión, hacia las 10.20 de la noche, hora local. Unos 20 minutos después otra explosión menor y varios disparos han continuado con el día negro que vive la capital de Afganistán. Las explosiones han sido detonaciones controladas, restos de los combates de hoy.

Un día de horror no sólo por los 10 muertos y las docenas de heridos contabilizados hasta ahora, según el Ministerio afgano, sino también porque, por primera vez desde que Estado Islámico de Khorasan (ISK) llegara al país en 2015, el grupo terrorista y los insurgentes talibán han llevado a cabo los varios atentados que hoy han vuelto a azotar los cuerpos y las mentes de los residentes de la capital afgana.
El atentado a la comisaría. (AP)

Mientras el ISK ha reclamado la autoría del atentado contra la comisaría de policía del Distrito 13, donde han muerto al menos tres agentes, los talibán se han adjudicado el que ha ocurrido cerca del Banco Asiático para el Desarrollo y el de la comisaría del distrito 10 en Share Naw. Por su parte, el portavoz de los talibán, Zabihullah Mujahid, ha informado a través de las redes sociales que han atacado "un centro de la inteligencia afgana cercano al banco", cosa que el Gobierno ha negado.

Hasta ahora se desconoce si los dos grupos terroristas han establecido un pacto, o esto es fruto de una macabra coincidencia. Lo segundo, para muchos analistas en Kabul, parece algo imposible. Ante un problema sin resolver, normalmente la explicación más sencilla es la solución, según reza la máxima de la navaja de Ockham. Es decir, que se podría haber producido una colaboración entre dos de los más sanguinarios grupos terroristas del mundo, en una guerra que dura ya 17 años y en la que el Gobierno afgano sólo controla el 30% del país. Un presagio de pesadilla.

Y mientras todo esto pasaba, un terremoto de 6,2 en la escala Richter sacudía a la capital en medio de los combates, como si hasta la tierra misma estuviese cansada de la guerra en la que, durante los últimos 10 días, han muerto 2.100 personas, entre civiles y miembros de las fuerzas de seguridad afganas, según cifras ofrecidas por el ministro de defensa, Tariq Shah Bahrami. Y eso es sin contar los miles de heridos que morirán a consecuencia de sus heridas debido al precario sistema de salud afgano.

NDS acusa a los Haqqani

La agencia de espías afganos, el conocido como NDS, que se distinguen en Kabul por sus uniformes de camuflaje marrón y las caras casi siempre tapadas con pasamontañas, ha acusado a la Red Haqqani, la organización terrorista con base en Pakistán, de estar detrás del ataque contra la comisaría del distrito 10, en el céntrico barrio de Share Naw, donde se han producido la mayoría de las víctimas, "colaborando con el grupo talibán Lashkar-e-Taiba".

Miembros de la inteligencia de la OTAN y del Gobierno afgano consultados por EL MUNDO han asegurado que, siendo este un año de elecciones -los comicios parlamentarios se celebrarán el próximo octubre- se espera aún aumento de los ataques por todo el país.

De momento, la capital de Afganistán sigue sitiada por la violencia terrorista de los talibán, Estado Islámico, la Red Haqqani, los señores de la guerra y la criminalidad en un país donde poseer un arma es tan normal como ir a comprar el pan. La herida sigue abierta, infectada y supurando pus, porque la guerra de Afganistán apesta a gangrena, a heridos y a muertos que se amontonan. (Amador Guallar / El Mundo)

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