sábado, 12 de mayo de 2018

mayo 12, 2018
NUEVA DELHI, India, 12 de mayo de 2018.- Un nuevo caso de ajusticiamiento colectivo ha tenido lugar en India. En el estado de Tamil Nadu, al sur del país, una mujer ha muerto por la paliza de una muchedumbre que, movida una vez más por un rumor, creía que estaba intentando secuestrar a unos niños en la calle ofreciéndoles unos dulces.

La mujer había acudido desde su ciudad, Chennai, a la localidad de Tiruvannamalai con varios parientes para visitar un templo local. En un momento dado, según la policía, su coche se detuvo y ella le dio unas chocolatinas a unos niños que vio desde la ventana del vehículo.

Esa imagen fue suficiente para que los residentes allí presentes sacaran la siguiente lapidaria conclusión: la visitante pretendía engatusar a los menores para traficar con ellos. No hizo falta más. La mujer ya estaba condenada.

Localidad de Tiruvannamalai, en Tamil Nadu.

Como suele ocurrir en estos casos, la gente se empezó a congregar en la escena; los clásicos mirones, que pasan a ser acusadores, que pasan a ser agresores. Sus incriminaciones no tardaron en convertirse en una lluvia de golpes hacia los forasteros. La tunda colectiva acabó con la vida de la mujer y con sus cuatro acompañantes gravemente heridos en el hospital. Al menos 23 personas han sido detenidas.

Los linchamientos son habituales en India y, desde el asesinato de un musulmán a manos de una turba hindú en 2015, aparecen de manera regular en la prensa local. No es raro que el origen de las acusaciones sea un rumor; una idea que va expandiéndose a toda velocidad y que se vuelve racionalmente imparable.

En menos de un mes, sólo en Tamil Nadu, han tenido lugar al menos otros dos episodios similares. En ambos la multitud confundió a los individuos con ladrones y acabaron con sus vidas a golpes. En estos casos, los agresores eran miembros de patrullas ciudadanas que vigilan las calles de los pueblos ante el supuesto aumento de robos en la región.

Mensajes en Whatsapp

En el caso de la mujer asesinada por dar dulces a unos niños, la policía sostiene que el origen del rumor que llevó a creer que pretendía traficar con ellos se encuentra en una cadena de mensajes que se han difundido últimamente a través de Whatsapp entre los vecinos. El supuesto mensaje advierte a sus destinatarios de la existencia de una red de secuestro de niños en los pueblos de la zona. Las autoridades aseguran que han realizado campañas de concienciación para que los residentes no entren en pánico a raíz de mensajes falsos, ya que no se han registrado secuestros recientemente.

Puede que en este caso la excusa para llevar a cabo una paliza mortal haya sido un mensaje en cadena, pero en este tipo de violencia colectiva las acusaciones varían y se ajustan al contexto que la turba decida, ya sea el secuestro de niños, el tráfico de carne de vaca, la convicción de haber visto una bruja o la sospecha de haber robado en la comunidad.

Lo que no varía es el resultado: una muchedumbre linchando a un individuo acorralado que no tiene defensa ni escapatoria alguna porque ha sido sentenciado a morir por una masa que le rodea y que ejecuta la pena de forma instantánea y violenta.

Los expertos, consultados por este periódico en anteriores episodios de ejecuciones colectivas, sostienen que el peligro de este tipo de violencia es que es totalmente imprevisible ya que la búsqueda de objetivos individuales es repentina, inmediata. El psicólogo Rajat Mitra afirma que lo que ocurre es que la identidad individual de quien se introduce en esa multitud transita hacia la identidad colectiva del grupo de forma extremadamente rápida, de modo que la persona acaba actuando como grupo sin pensar en las consecuencias individuales. (Víctor M. Olazábal / El Mundo)

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