miércoles, 4 de abril de 2018

abril 04, 2018
ANKARA, Turquía, 4 de abril de 2018.- Optimismo frente a un país devastado y roto. Así ha sido el mensaje que han transmitido los líderes de Turquía, Rusia e Irán en Ankara, al término de la segunda de las cumbres organizadas en el marco de la mesa de Astana. En el comunicado final del encuentro, realizado como parte de un proceso para pacificar Siria, Tayyip Erdogan, Vladimir Putin y Hasan Rohani se comprometieron a favor de la "soberanía, la independencia, la unidad, la integridad territorial y el carácter no sectario" del país en guerra.

Los tres dirigentes posaron sonrientes para la foto en la capital turca. Pero la ausencia de anuncios significativos después de sus conversaciones, seis meses después de haberse encontrado en la ciudad rusa de Sochi, dio a entender que los acuerdos a tres bandas, si avanzan, lo hacen a paso muy lento. Si bien las zonas de reducción de hostilidades persisten -sin que haya un solo signo de su avance, pues Guta, por ejemplo, integraba una de ellas- el punto de máximo acuerdo surgido este miércoles fue una palabra: unidad.

El presidente iraní, Hasan Rohaní (izq), y sus homólogos ruso, Vladimir Putin (centro), y turco, Recep Tayyip Erdogan (dcha), hoy, en Ankara. (AFP)

En esta línea, el mensaje al acabar la cita, de dos horas, enfatizó que los tres mandatarios "expresaron su determinación en plantar cara a las agendas separatistas dispuestas a socavar la soberanía y la integridad territorial de Siria, así como la seguridad nacional de los países vecinos". Los tres países tenían un actor en mente: el autonomismo kurdo. Hubo un tiempo en que los kurdos obtuvieron el soporte de Washington y Moscú a la par; hoy, los primeros amenazan con abandonarlos. Los moscovitas desaparecieron como castigo.

Turquía, Rusia e Irán lidian con sus respectivos conflictos separatistas internos y por eso no parece haberles resultado difícil alcanzar este consenso. Lo paradójico, y contradictorio a la luz de los hechos, es que cada uno de ellos interpreta de forma distinta, en función de sus intereses, estas líneas. Como otra sección del texto, en la que podía leerse que los presidentes "rechazan todo intento de crear nuevas realidades sobre el terreno usando como pretexto la lucha contra el terrorismo".

El 'problema' kurdo

El caso paradigmático es Afrín. Turquía desplegó sus tropas en enero de este año con el fin de arrebatar la región a los "terroristas" kurdos. Los rusos, que habían llegado a estacionar sus tropas junto a las milicias kurdas, se retiraron para permitírselo, se cree, como represalia por la cercanía entre EEUU y los kurdos. Ankara no ha dado señal alguna de querer retirarse de la zona, la cual está tratando como una provincia turca y donde está alojando refugiados, pero también combatientes fundamentalistas opositores al Gobierno sirio.

De acuerdo con medios iraníes, el presidente de Irán, Hasan Rohani, no ha sido ajeno a esta situación y ha llamado la atención a su socio. Press TV informó de que el líder centrista opinó que "los acontecimientos en Afrín [...] sólo ayudarán a lograr los objetivos comunes del proceso de Astana si no llevan a una violación de la integridad territorial y de la soberanía nacional de Siria, y si el control de estas áreas es entregado al ejército sirio", al que Teherán respalda.

La agencia semioficial turca Anadolu, por su banda, ha subrayado la advertencia de Erdogan de que "Turquía no se detendrá hasta que todas las regiones bajo control del PYD/PKK [kurdos], incluido Manbiy [donde hay fuerzas estadounidenses] sean aseguradas [...] Jamás permitiremos que Siria o nuestra región sean atacadas por unos pocos grupos terroristas", sentenció el presidente de Turquía, un país acusado por analistas de mano blanda durante la génesis del Estado Islámico.

La mesa de negociaciones de Astana discurre en paralelo a la de Ginebra, donde Naciones Unidas trata de mediar entre Gobierno y oposición en el exilio con el objetivo de acercar posturas y crear un ejecutivo de transición que dé salida al caos actual. Las expectativas, más de 350.000 muertos después, son magras. Damasco, que ha expulsado a los alzados de las principales ciudades del país, se atribuye la victoria militar. Pero las profundas divisiones políticas en torno a la figura del presidente Bashar Asad, la multiplicidad de actores internacionales inmiscuidos en el conflicto y el riesgo de que insurgencias eternicen la posguerra se presentan como obstáculos para la paz. (Lluís Miquel Hurtado)

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