miércoles, 28 de febrero de 2018

febrero 28, 2018
WASHINGTON, 28 de febrero de 2018.- En la geografía mundial ha emergido un nuevo volcán: la Dirección de Comunicación de la Casa Blanca. Un puesto en agitación constante y cuya última ocupante, Hope Hicks, de 29 años, anunció ayer su decisión de abandonar la plaza y seguir la estela de su predecesor, el turbulento y brevísimo Anthony Scaramucci. Integrante del círculo íntimo presidencial, Hicks alegó que dejaba el cargo porque “sentía que había completado su ciclo” y que era un buen momento para hacerlo. Un argumento que no convenció en Washington.

Hope Hicks, directora de Comunicación de la Casa Blanca. (New York Post)

Hicks figura en el punto de mira del fiscal especial de la trama rusa. Su proximidad al presidente, a quien en campaña servía de asistente personal e incluso planchaba los trajes, le permitió presenciar sus decisiones más graves. Pese a esta excepcional cercanía, parece difícil que vaya hablar y convertirse en testigo de cargo.

Ex modelo sin experiencia política, fue elegida cuidadosamente por el matrimonio formado por Ivanka Trump y Jared Kushner. Con ellos mantenía una relación de absoluta fidelidad, que trasladó a Trump desde que este empezó su andadura política. Siempre en la sombra y siempre dispuesta a ayudar, el multimillonario pronto la consideró una de sus personas de máxima confianza y no dudó en elevarla al puesto de directora de Comunicación, cuando el verano pasado Scaramucci fue defenestrado por sus salvajes improperios al entonces jefe de gabinete, Reince Priebus.

Poco dada al protagonismo, que cedió gustosamente a la secretaria de Prensa, Sarah Huckabee Sanders, su conocimiento del presidente la ha puesto bajo los focos en las últimas semanas. Desde la oficina del fiscal especial han mostrado interés por sus movimientos durante la campaña y el martes pasado prestó declaración durante ocho horas ante el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes. En la larga y agotadora comparecencia, Hicks admitió haber contado “mentiras blancas” desde su puesto, pero negó haber engañado en nada vinculado a la investigación sobre la supuesta coordinación del equipo de campaña de Trump con el Kremlin.

A diferencia de su antecesor, su salida ha sido perfectamente coordinada para evitar suspicacias. Nada más anunciar su marcha, el mismo presidente declaró: “Hope es sobresaliente y ha hecho un gran trabajo en los últimos tres años. Es inteligente y reflexiva, una gran persona y echaré de menos no tenerla a mi lado. Pero cuando me dijo que buscaba otras oportunidades, lo entendí completamente. Estoy seguro que colaboraremos en el futuro”, dijo el presidente.

Con Trump en la Casa Blanca, la Dirección de Comunicación, el puesto desde el que se controla la portavocía y los mensajes a la nación, se ha vuelto lo más parecido a caminar en la cuerda floja. Las erupciones presidenciales son constantes y no hay día en que la narrativa del gabinete no quedé superada por Trump y su inveterada costumbre de disparar en comentarios en Twitter. Tres personas han ocupado ya la plaza. Y nadie duda de que otras tantas pueden resultar quemadas en el futuro. (Jan Martínez Ahrens / El País)

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