Eduardo Ibarra Aguirre / 29-XI-17
El regaño y sentencia presidenciales del “Yo creo que andan bien despistados todos. Porque yo creo que el PRI no habrá de elegir a su candidato, y seguro estoy, a partir de aplausos y elogios”, quedó en su justo lugar, como una prueba de la subestimación del grupo gobernante para los actores políticos y agentes sociales.
Los del primer círculo están en vías de hacer maletas y todavía confunden a México con el estado de México, allá ponen y disponen, y eso relativamente, en la nación no, como lo evidencia el creciente rechazo a la presentada como su “magna obra”, las harto festejadas reformas: energética (61 por ciento), educativa (39 por ciento) y telecomunicaciones (42 por ciento). 2018: ¿AMLO presidente? (José Antonio Crespo, p. 21).
Al destapar a José Antonio Meade desde Los Pinos, como nunca antes se hizo, Enrique Peña Nieto exhibe que no tiene la capacidad ni la fuerza para seleccionar a uno de casa, del grupo y del Revolucionario Institucional como candidato a la Presidencia, y que prefiere optar por un funcionario “sin partido”, pero comprometido con él y su antecesor Felipe Calderón (pacto de impunidad, lo llama Álvaro Delgado), con Acción Nacional y el PRI, el vigoroso PRIAN, bautizado así por Luis Sánchez Aguilar, quien el domingo cumplirá 20 años de fallecido.