Eduardo Ibarra Aguirre / 15-XI-17
Enrique Peña Nieto rompió con la imagen acartonada que por lo general proyecta vía los medios de comunicación que difunden y reproducen hasta el cansancio los discursos que pronuncia, para en esta ocasión criticar fuera del texto leído o el teleapuntador, el que “se escuchen más las voces de la sociedad civil que condenan, critican y hacen bullying (sic) sobre el trabajo de la instituciones del Estado mexicano, y muy pocas reconozcan la tarea de las fuerzas armadas”.
Es comprensible que el comandante supremo de las fuerzas armadas sea su principal defensor y promotor, como lo fue Felipe Calderón Hinojosa (2006-12) o Gustavo Díaz Ordaz (1964-70), no sólo por el cargo constitucional que desempeña, sino porque resulta inconcebible que gobierne al país sin el uso anticonstitucional del Ejército (incluida la Fuerza –débil– Aérea) y la Marina en tareas policiacas que ni corresponden a su naturaleza y origen, ni están educadas y capacitadas para ello. Pero éste es otro tema.
Primero es necesario aclarar que el organismo que preside María Elena Morera si bien forma parte de la sociedad civil, no es una de sus voces más representativas, pues labora subordinada al presidente en turno. Morera, por cierto, no rindió cuentas sobre los recursos económicos que manejó como presidenta de México Unido contra la Delincuencia y durante el gobierno de Calderón algunos de sus familiares cobraron como empleados de la Secretaría de Seguridad Pública.