Eduardo Ibarra Aguirre / 1-XI-17
Para nueve de cada 10 mexicanos, Enrique Peña Nieto gobierna “para los poderosos”, los que este redactor denomina con frecuencia “dueños de México”. Además, sólo 38 de cada 100 encuestados creen en la democracia.
Datos que si bien no son completamente nuevos, resultan más preocupantes y plantean con mayor fuerza la imperiosa necesidad de continuar en la decidida y decisiva lucha por la democracia que, en 1978, logró la primera reforma política significativa y con ello el comienzo de la transición a la democracia desde la institucionalidad.
Pero casi cuatro décadas después es imposible realizar elecciones con una buena calidad democrática, tal y como lo evidenciaron en toda su magnitud y crudeza los comicios para gobernador del estado de México en junio pasado, el bastión del grupo gobernante que se dispone –de acuerdo con Carlos Elizondo y Leo Zuckermann– a reeditar en 2018 la repugnante experiencia mexiquense.
La coartada es que si el grupo de Peña Nieto, por medio del Partido Revolucionario, pierde la elección presidencial, terminaría en la cárcel, si no completo por lo menos el jefe y otros. Excelente es la justificación oficialista que los dos intelectuales denuncian y en el caso de Zuckermann intenta justificarla, pero no se observa en el horizonte a nadie que tenga la fuerza política y pueda adquirir el vigor institucional como para emprender aquella gran acción con rasgos de aventura política.