Eduardo Ibarra Aguirre / 27-IX-17
Extendida como es la crítica ciudadana al sistema mexicano de partidos, y particularmente a su financiamiento público, el país entra al riesgo de que para corregir el derroche de recursos del erario en tareas partidistas y electorales, se tire el agua sucia de la bañera con todo y el niño.
El malestar con los partidos no es nuevo ni tampoco un fenómeno mexicano, sino generalizado en mayor o menor medida en los cinco continentes, y ganado a pulso por la partidocracia forjada por el sistema político mexicano sí, pero también por la ciudadanía que lo permite al formar parte de los votantes duros de los partidos, la mayoría de los cuales actúan como franquicia.
A la falta de recursos públicos para hacer frente a las tareas de la reconstrucción por los destrozos de los movimientos telúricos del 7 y 19 de septiembre en nueve estados, es necesario añadir el malestar por lo que estiman como tardía e insuficiente reacción de las autoridades de los tres niveles de gobierno y de los tres poderes de la Unión.