jueves, 28 de septiembre de 2017

septiembre 28, 2017
Pedro Echeverría V.

1. En la ciudad de México hay cientos (o miles) de edificios de gobierno y privados no habitados; sin duda hay miles de departamentos privados desocupados que bien pueden pasar a pertenecer a familias que viven en la calle por los sismos e inundaciones. Un ejemplo: Conozco muy bien el edificio de la SEP de las calles de Argentina/ Brasil –donde fui profesor comisionado en la burocracia en 1966/67- donde habitarían más de 500 familias pidiéndole a los oficinistas de la burocracia que hagan tareas de papeleo en su hogar y sin necesidad de transportarse. ¿Cuántas familias podrían vivir en Palacio Nacional adaptando cada oficina a las necesidades de la gente?

2. En México –pienso que en todo el mundo- hay muchas acciones de solidaridad; no para organizarse y luchar por sus derechos como debería ser, sino para ayudar con un fuerte sentido religioso. “Hoy son ellos, mañana podemos ser nosotros”. Luego estas ayudas se agotan hasta desaparecer y mucha gente seguirá en la calle. ¡En Oaxaca, Chiapas, Morelos, Puebla, CDMX, hay que ocupar los edificios del “Centro Histórico” que son públicos, es decir del pueblo!, pero fuera de los centros históricos hay edificios y departamentos privados, edificios sindicales vacíos, que el gobierno puede comprar a mitad de precio para evitar la llamada “reconstrucción nacional”.

3. Se daría una nueva vida al centro histórico al repoblarse y repararse o reconstruirse miles de edificios coloniales que –por el grosor de sus paredes- han resistido más 300 o 400 años. Me imagino que muchos comercios del zócalo y de las manzanas que lo rodean, abrirían sus puertas a las siete de la mañana y las cerrarían a media noche para dar servicio a la nueva clientela. En algunas ciudades europeas –recuerdo la ciudad de Brujas- a las ocho de la noche todas las calles del centro histórico- están desiertas. Poblar en centro histórico –con los arreglos necesarios- sería un magnífico paso que resolvería la demanda inmediata de habitación y de escuelas.

4. Desde los líderes religiosos mexicas o aztecas, haber escogido construir una gran ciudad sobre un lago y en zona sísmica, fue un magno error; lo peor después es haber reconcentrado el poder económico y político en ese lugar peligroso obligando a concentrar a la población alrededor de los centros de trabajo y decisiones políticas. Bien, pues ahí está mi propuesta, y que no digan que soy “negativista” en vez de crítico. En todo México las oficinas reservadas por el gobierno son gigantescas o “elefantes blancos”; las tareas que se hacen en ellas nunca han tenido importancia alguna. Recuerdo que en algunos países la lucha contra la burocracia se convirtió en una bandera.

5. Millares de trabajadores de la antigua burocracia –al cerrar sus dependencias- agradecerían ya no tener que trasportarse a sus oficinas a revisar papeles, no gastar en transporte que tanto contamina, quedarse en el hogar con los suyos e incluso podrían ser más eficientes. Los palacios de gobierno y demás oficinas públicas, sindicales, de los estados podrían transformarse en habitaciones de los hoy golpeados por el terremoto, así como en escuelas. El único trabajo sería trasladar sus muebles, porque también existen las suficientes escuelas en el centro. Así que la gran consigna sería: ¡Hay que ocupar edificios públicos de gobierno y privados! (28/IX/17)

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