domingo, 20 de agosto de 2017

agosto 20, 2017
MADRID, 20 de agosto de 2017.- Empezó poco a poco. Primero cambió el color del pelo de la nuca. Después, el de las sienes y más tarde toda la cabellera había recuperado su color original, el perdido décadas atrás. No había rastro de canas. Los catorce pacientes –13 hombres y una mujer– del Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona que seguían un tratamiento experimental contra el cáncer de pulmón no entendían lo que les estaba pasando. A los 60 años su pelo ya no era plata. El tratamiento contra el cáncer funcionaba, y eso era lo más importante, pero ni sus médicos ni ellos podían obviar ese efecto secundario sorpresa. El caso ahora ha merecido la publicación en JAMA, la revista de la sociedad médica americana.

Este particular efecto secundario se ha seguido observando después, en los nuevos pacientes que tras la publicación del artículo se han incorporado al estudio. «El cambio de pigmentación no parece casual», señala a ABC Noelia Rivera, dermatóloga del Germans Trias i Pujol y autora de la investigación publicada en JAMA.

Ya no más hilos de plata. La pintura es Charles Darwin and his wife at the Piano, de un pintor anónimo.

Las melenas grises o blancas se volvieron castañas oscuras o morenas. «Hubo un escurecimiento del cabello. No teníamos ningún paciente rubio en el ensayo por lo que no podremos descartar que el tratamiento solo oscureciera el pelo, en lugar de devolver el color natural. Sin embargo, nuestros pacientes sí nos dicen que volvieron a su color original, que en este caso era el castaño oscuro, como en la mayoría de la población española», explica Rivera.

Estimular las defensas

Todos los enfermos tenían en común su medicación y su enfermedad. Estaban tratados con inmunoterapia, la última revolución contra el cáncer. Esta estrategia consiste en estimular los leucocitos, las defensas naturales del cuerpo, para atacar al tumor. La terapia es eficaz y además es menos agresiva que la quimioterapia clásica. Por eso, las personas que se tratan no sufren ni siquiera la caída de su pelo.

Hasta la fecha, la gran mayoría de los pacientes tratados con inmunoterapia eran personas con melanoma, uno de los tumores más agresivos en la piel. En estos pacientes, con los que se tiene más experiencia, no se ha visto el cambio de pigmentación del cabello. En su caso, el efecto secundario observado es la aparición de vitíligo, una enfermedad de la piel en la que aparecen zonas despigmentadas, sin color.

La extensión de la inmunoterapia a otros enfermos oncológicos con otros tipos de cáncer permitirá saber si este tratamiento guarda el secreto de la lucha «anticanas». Los dermatólogos del Germans Trias i Pujol han empezado a tirar de este hilo.

Sin embargo, es impensable utilizar un tratamiento oncológico en personas sanas con fines estéticos. El coste en salud sería demasiado elevado. «Podría desencadenar enfermedades autoinmunes, alterar la tiroides, las glándulas suprarrenales, la hipófisis, el hígado y generar un fallo en todo el sistema de inmunitario», detalla la dermatóloga Noelia Rivas.

Vía tópica y no intravenosa

La inmunoterapia se administra por vía intravenosa. Una alternativa sería encontrar una fórmula de administración tópica, en forma de aerosol o champú. Así se podrían reducir los efectos secundarios. Otra opción, en la que ya se ha involucrado el hospital barcelonés, es seguir investigando y hallar una nueva molécula pensando solo en este objetivo.

El hallazgo ya ha despertado el interés de centros de investigación. Es posible que el mes próximo, los médicos del Germans Trias i Pujol empiecen a colaborar con el IRB de Barcelona, un centro de ciencia básica, para desarrollar una fórmula con menos efectos secundarios que permitan decir adiós a la esclavitud del tinte. Si funciona, las peluquerías solo recurrirían la coloración del cabello para hacer cambios de imagen.

Otros tratamientos

No es la primera vez que un medicamento provoca un cambio en el color del cabello. Lo hace la talidomida, también algunos fármacos contra la malaria o la epilepsia. Asímismo se ha observado con otros fármacos contra el cáncer como el Gleevec, un medicamento muy conocido contra la leucemia. Aunque el cambio nunca había sido tan evidente.

Los folículos de cada cabello tienen capacidad celular para regenerar la producción de pigmentos. La clave es cómo «animar» a los melanocitos activos (las células que producen la melanina) a migrar a los folículos de los cabellos blancos para que empiecen a producir melanina y lo repigmenten.

Se podría lograr con una terapia especialmente dirigida a este fin. O conseguir un medicamento con un efecto global sobre el envejecimiento. Que borre las arrugas, las patas de gallo y el color gris de la melena. No sería extraño porque los signos visibles de la edad tienen una base molecular y celular, como suele recordar Juan Carlos Izpisúa, uno de los científicos españoles que más trabaja en este campo.

El científico australiano David Sinclair, que aspira a colocar en el mercado el primer medicamento antiedad, también está convencido de la mejoría externa. Su apuesta es un suplemento denominado NAD, con el que promete un rejuvenecimiento global. Él ya ha empezado a tomarlo diariamente, confesó a ABC, «y mi piel está estupenda. La mayoría de la gente dice que parezco más joven».

El mito del estrés

¿Por qué se pierde el color del cabello?

Por el agotamiento de los melanocitos, las células de la melanina. Esta molécula pigmenta la piel, los ojos y también es la encargada de dar color al pelo. Su ausencia provoca el encanecimiento.

La edad no es la única culpable

La «teoría del 50» en Dermatología dice que a los 50 años, el 50 por ciento de las personas tienen canas. La aparición más precoz o tardía está relacionada con factores genéticos. Eso es fácil de comprobar en hermanos gemelos. El pelo de dos gemelos idénticos se vuelve cano a una edad similar. También pueden aparecer canas prematuras en personas jóvenes con enfermedades relacionadas con un envejecimiento acelerado, como el síndrome de Down o la progeria.

¿Existen genes canosos?

Al menos se conoce uno: se llama IRF4 y es el primer gen que la ciencia ha identificado como «culpable» de la tendencia a encanecer de una persona. Lo que demuestra de manera definitiva que esas primeras canas no se deben a los disgustos del trabajo o a la preocupación por la hipoteca. El gen IRF4 ya era un viejo conocido por ser clave en el color del pelo. Y ahora, entre otras virtudes, se ha visto que afecta a la fabricación de las células de la melanina.

Entonces, ¿es un mito que el pelo se pueda volver gris por un susto o un disgusto?
No hay una evidencia muy potente que relacione la aparición de las canas y el estilo de vida, la dieta o el estrés. «Pero yo creo que hay algo de cierto. Todos los dermatólogos tenemos pacientes que nos comentan cómo a raíz del fallecimiento de un ser querido o el diagnóstico de una enfermedad grave, el pelo ha empezado a volverse gris. Yo creo que sí hay algo de cierto en la relación con el estrés. Provoca el estrés oxidativo de las células y el agotamiento de los melanocitos que dan color a la cabellera», explica la dermatóloga Noelia Rivera, del Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona.

Si a los 40 o los 50 no me han salido, ¿ya no lo harán?

No, no es ninguna garantía pueden salir en cualquier momento. A los 60, 70...

¿La cana nace o se hace?

El pelo nuevo puede nacer de color gris, pero también hay cabellos que cambian de color. Es fácil mirarnos el pelo y ver cómo un mismo cabello a veces tiene dos colores: el suyo original más el gris o el blanco.

¿Por qué la barba encanece antes?

El pelo de la barba es distinto al de la cabeza, en textura y en color. (Nuria Ramírez de Castro / ABC)

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