miércoles, 14 de junio de 2017

junio 14, 2017
Axel García

La sensación de que la vida se está acelerando es un aspecto del proceso de envejecimiento comúnmente reportado.


Los experimentos indican que nuestra habilidad para evaluar el paso del tiempo se altera con la edad.

Si se les pide a una persona de 20 años de edad y a otra de 70 que adivinen cuándo ha pasado un minuto sin contar, la joven lo hará con más precisión, mientras que el tiempo parecerá haber pasado un poco más rápido para la más vieja.

El biólogo estadounidense Robert B. Sothern ha pasado 45 años chequeando si él mismo experimenta un efecto similar a medida que envejece. Cinco veces al día registra su temperatura, presión arterial, frecuencia cardíaca y la estimación del paso de un minuto.

La forma en la que evaluamos el tiempo sigue siendo un misterio.

Nadie ha podido encontrar ningún área específica del cerebro dedicada a la percepción del tiempo. Tenemos un reloj biológico que regula nuestro ciclo de 24 horas de sueño y vigilia, pero sólo rige nuestros ritmos circadianos y no juega ningún papel en la estimación de los segundos, minutos o años que pasan.

Sin embargo, varias condiciones médicas indican que al menos cuatro partes diferentes del cerebro podrían jugar un rol en la percepción del tiempo.

Los niños con el síndrome de Tourette, por ejemplo, que tienen que utilizar la corteza prefrontal (justo detrás de la frente) para tratar de controlar sus tics, son mejores estimando intervalos de poco más de un segundo que los demás niños 

Mientras tanto, los estudios en los que a niños con trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) les dan tareas de estimación de tiempo muestran que éste pasa muy lentamente para ellos.

Dicho esto, la idea de que en la mediana edad se siente como si el tiempo se va más rápido parece ser un mito.

En realidad, depende de los plazos que se están considerando. En los estudios de la percepción del tiempo, los adultos de mediana edad reportan que las horas y los días pasan en lo que parece una velocidad normal, y son los años los que pasan volando.

Tras escribir un libro sobre la percepción del tiempo , yo creo que esto se debe a que evaluamos el tiempo de dos maneras: lo vemos de forma prospectiva –preguntándonos qué tan rápido está pasando el tiempo en estos momentos– y también retrospectiva –cuán rápido pasó el día de ayer o la semana pasada–.

Por lo general, esas dos percepciones coinciden y el paso del tiempo se siente fluido, pero a veces pierden la sincronización. El envejecimiento es un ejemplo de esto. Se sigue sintiendo que los días pasan a una velocidad media, pero nos sorprendemos cuando los marcadores de tiempo nos recuerdan cuántos meses y años han pasado o con cuánta rapidez vuelven los cumpleaños.

Parte de la razón es que a medida que envejecemos, inevitablemente, la vida trae menos experiencias nuevas y más rutinas. Debido a que usamos el número de nuevos recuerdos para medir cuánto tiempo ha pasado, una semana normal que no es memorable da la ilusión de que el tiempo se está reduciendo.

Hay un remedio. Si desea que el fin de semana se acabe menos rápido, no lo pase descansando y viendo la televisión: llénelo de nuevas experiencias.

Aunque debemos preguntarnos si realmente queremos ralentizar el tiempo. Si nos fijamos en las circunstancias en las que la evidencia nos dice que el tiempo parece pasar lentamente, estas incluyen tener una fiebre muy alta sentirse rechazado y experimentar depresión.