domingo, 21 de mayo de 2017

mayo 21, 2017
Eduardo Ibarra Aguirre / 22-V-17

Bajo el argumento central de que “difícilmente un solo partido lograría el triunfo en las elecciones presidenciales” del próximo año, Ricardo Anaya –también conocido como el Joven Maravilla, de 38 años de edad–, y Alejandra Barrales –quien según sus críticos come ansias por despachar en donde lo hace Miguel Ángel Mancera, su antes pareja sentimental–, anunciaron que trabajarán mancomunadamente por la creación de “un frente amplio opositor” que permita sacar al Partido Revolucionario Institucional de Los Pinos.

Como es natural las reacciones críticas no se hicieron esperar. Y el primer problema surgió respecto a nombre de quién habló Barrales Magdaleno, presidenta del Partido de la Revolución Democrática, a quien los gobernadores de Michoacán, Morelos y Tabasco, Silvano Aureoles, Graco Ramírez y Arturo Núñez, respectivamente, solicitaron el jueves 18 su relevo “con miras a la elección presidencial”, porque los dos primeros sueñan con ser candidatos cuando las únicas posibilidades que tienen son las hacer el ridículo.

Ricardo Anaya y Alejandra Barrales, presidentes del PAN y el PRD. (Cuartoscuro)

René Bejarano, el profesor todavía poderoso en la Ciudad de México aunque severamente disminuidos sus espacios de poder, le advirtió en una misiva: “Te aviso que nos deslindaremos de tu actuación. Ojalá nos hubieras consultado”. Incluso estimó “imprudente” que en medio del ascenso de la campaña de Juan Zepeda, candidato a la gubernatura mexiquense, y cuando se busca derrotar al sectarismo de Andrés Manuel López Obrador y de Morena, salir con una iniciativa que parece tener como principal objetivo construir la alianza con el PAN en la Ciudad de México con fines personales, sacrificando al resto del partido”.

Otros críticos, de cuatro corrientes distintas, subrayaron que Barrales impulsa la agenda de Mancera Espinosa (jefe de Gobierno de la Ciudad de México), que ha llevado al PRD a ser un “partido sin ancla”, en posición política útil a los neoliberales para convertirlo en el “Partido Verde del PAN” en referencia al papel subordinado y muy bien cobrado en espacios públicos que desempeña el PVEM con el PRI y antes, en diciembre de 2000 con el PAN de Vicente Fox y sus aliados que promocionaron desde la izquierda el voto útil, con Jorge G. Castañeda a la cabeza y después recompensado con la Secretaría de Relaciones Exteriores, otros con subsecretarías e incluso asesorías para no llamarles “aviadurías”.

Anaya Cortés no tuvo que enfrentar, hasta hoy, crítica alguna. Al contrario, Margarita Zavala –la esposa del muy impugnado Felipe Calderón y no precisamente por sus adicciones que son muy de él, sino por la estúpida guerra contra el narcotráfico–, manifestó en Tlalnepantla, estado de México, su “apoyo a una eventual coalición” entre el PAN y el PRD, o lo que queda de él y que no es poco y por ello no es pertinente subestimarlo.

Entre la docena de familias que controlan Acción Nacional se desenvuelve una decidida lucha por la candidatura presidencial entre Anaya, Zavala y Rafael Moreno Valle, donde el primero usa y abusa de su condición de presidente y de todas las prerrogativas de su partido para impulsar su candidatura, según las reiteradas denuncias de Zavala Gómez del Campo.

Es decir, si Barrales procedió por la libre, sólo con la bendición de Mancera y acaso de Nueva Izquierda, y Anaya y sus competidores panistas no muestran la capacidad para ponerse de acuerdo en las reglas del juego para la disputa por la candidatura presidencial panista, ¿de qué frente amplio opositor están hablando los presidentes del PAN y el PRD? 

Acuse de recibo

Cuenta Eduardo Camacho Hernández que en 1975 laboraba –recomendado por el doctor Mario de la Cueva, su padrino–, en el Fondo de Cultura Económica, dirigido por Francisco Javier Alejo, como corrector de galeras y que como estaba por realizarse el V Certamen Mundial de Novela, solicitó a Alí Chumacero (director editorial), su cambio para auxiliar en la transportación de los integrantes del jurado: Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Joaquín Xirau, Juan Goytisolo, Juan Carlos Onetti, Alberto Moravia y Arce (peruano). Son muchas las anécdotas que atesora Camacho, hoy comparte: “Me mandaron con Rulfo a entregarle la invitación, vivía atrás del Teatro de los Insurgentes, en un departamento sencillo. Mi primera impresión la recibí con el cuadro que representaba a John Gavin, actor de Pedro Páramo. Rulfo era muy introvertido. ‘Leí su novela al derecho y al revés’, le dije. ‘¿Cómo?’, preguntó. Después trabajé en el Jurídico del FCE y me pedían que acompañara a Rulfo al Sanborns de Plaza Universidad. En verdad bebíamos, él tequila, cerveza y su infaltable Delicado sin filtro, y así cada vez que cobraba sus regalías. Su timidez terminaba al tercer trago. Era muy sencillo para vestir y me hablaba con mucho sentimiento de Álvaro Mutis, García Márquez, Carlos Fuentes y Juan José Arreola. De Arreola era muy amigo, lo admiraba mucho, ambos fueron autodidactas. ‘La Yunta de Jalisco’, les decían. No comíamos y lo llevaba su casa”.

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