jueves, 25 de mayo de 2017

mayo 25, 2017
TOKIO, 25 de mayo de 2017.- Mangos a más de 22,000 yenes ($207), cerezas a 900 yenes ($9) ¡cada una!, y manzanas a 1,600 yenes ($15) son algunos de los dulces caprichos que pueden disfrutar los afortunados clientes de la particular frutería Sembikiya.

“Buscamos las mejores frutas de Japón y de todo el mundo para venderlas”, afirma orgulloso Ushio Oshima, responsable de la división de planificación y desarrollo de Sembikiya, mientras sostiene la joya de la corona –y pieza más cara–, un pequeño ‘musk melon’ o melón cantalupo de 27,000 yenes ($253).

Oshima pertenece a la sexta generación de fruteros de Sembikiya, fundada en 1834 por su ancestro, un samurái, y que pasó de vender fruta barata en Tokio a expandirse por todo el país y convertirse en la mayor proveedora de fruta de lujo de Japón.

Ninguno de los treinta empleados de la tienda principal de Sembikiya pasa un minuto de brazos cruzados.

Muy minuciosos

Con música clásica de fondo, algunos dependientes reciben a clientes, otros colocan frutas en mallas de protección –no sin antes añadir un colorido papel de seda–, o revisan que las ya situadas en las vitrinas luzcan perfectas, sin ninguna marca o golpe.

En la tienda tokiota los operarios trabajan sin descanso para mostrar al selecto público lo mejor de la oferta en frutas de la ciudad. (Marta O. Craviotto / EFE)

El descendiente de la dinastía que abrió la tienda Sembikiya en la capital nipona, muestra uno de los exclusivos melones que venden. (Marta O. Craviotto / EFE)

Una caja de cerezas en la tienda de Tokio, donde cada una cuesta unos $9 dólares. (Marta O. Craviotto / EFE)

“Los japoneses son minuciosos y se preocupan por el aspecto exterior, (...) y por eso sale caro. Si hay frutas que no se pueden vender, las usamos para zumos para no malgastar, pero no vendemos con descuento”, defiende Oshima.

Sembikiya, que ostenta el título de frutería más antigua de Japón, es tan solo un ejemplo que prueba la importancia de la fruta de lujo en el país del sol naciente.

A mediados de abril de 2017, un par de mangos de la variedad ‘Taiyo no Tamago’ (’Huevo del sol’ en español) se subastaron en el suroeste de Japón por la cifra récord de 400,000 yenes ($3,650).

Dos melones de Yubari, localidad de la isla septentrional nipona de Hokkaido, alcanzaron el también precio récord de 3 millones de yenes (25,130 euros) en la primera subasta de 2016.

Hasta 36,000 yenes ($326) por uva, o 1,1 millones de yenes ($10,030) por racimo se han llegado a pagar por la variedad ‘Ruby roman’, que se cultiva únicamente en la prefectura de Ishikawa (oeste de Japón) y que se ha convertido en poco tiempo en la más cara del mundo.

Esta variedad, producida desde 2008, genera únicamente 2,400 racimos al año: lo más “asequibles” pueden comprarse por unos 100,000 yenes ($914).

El brillo, color y tamaño de cada una de las uvas, sin embargo, también se alejan de lo esperado: las más caras pesan más de 20 gramos (0.70 onzas), y son ligeramente más pequeñas que una pelota de pimpón.

Cuatro veces más pesada –y similar en tamaño a una pelota de tenis– es la fresa ‘Bijin Hime’ (’Bella princesa’ en español), aunque sus dimensiones no son lo único que rozan lo imposible: para saborear una unidad se deben desembolsar unos exorbitantes 50,000 yenes ($457).

Cada una de estas exclusivas fresas –se producen apenas 500 al año en una pequeña granja de la prefectura de Gifu (centro)– tardan 45 días en alcanzar la forma y el tamaño adecuados.

Detrás del precio, sin embargo, también se esconden los 13 años de ensayo y error que han tardado sus productores en alcanzar la perfección.

“Estoy orgulloso de mi producto. No se trata solo del tamaño, sino de todo: el color, el brillo, el olor y el dulzor. Es una fresa milagro”, escribe su productor, Mikio Okuda, en su página web.

La producción de fruta es muy selecta en Japón, debido a que su particular orografía –en la que predominan las montañas y la costa– permite que solo un 15 por ciento de su superficie total esté cultivada.

Un artículo para regalar

Además, en el país asiático, donde llueve con abundancia y hay múltiples verduras y plantas comestibles de donde se pueden obtener nutrientes y vitaminas, la fruta nunca ha sido considerada un “alimento esencial”, explica Shigeyuki Sasaki, investigador del grupo Takasago, uno de los líderes mundiales en sabores y aromas.

“En Japón, la costumbre de comer frutas no comenzó hasta hace poco. Por eso son tan valiosas”, añade en este sentido Oshima.

“La fruta siempre se ha considerado un artículo de lujo, un artículo para regalo”, escribió Sasaki en una investigación de Takasago.

Dos momentos al año, en verano y en invierno, son los elegidos por los japoneses para expresar gratitud a la gente que los rodea: las familias se intercambian presentes y los empleados compran regalos a sus jefes, mientras que estos obsequian a sus clientes más fieles.

La fruta abandona su papel como alimento y se convierte en el regalo estrella en esas temporadas: un exclusivo melón mostrará al receptor el aprecio del generoso comprador, o una fresa de varios cientos de dólares celebrará ocasiones muy especiales, como el nacimiento del primer nieto.

No todo es fruta de “lujo” en Japón, pero el bajo consumo diario de fruta –el Ministerio nipón de agricultura afirma que el consumo por persona en el país es la mitad del de la Unión Europea– hace que los precios, en cualquier caso, sorprendan a muchos de los extranjeros que visitan el país.

Y es que no hace falta perderse en una de estas “joyerías” de frutas para sentirse fuera de lugar; basta con acercarse a un supermercado y soñar con un melón de 3,000 yenes ($27) o un mango de 5,000 yenes ($46).

Ya sea por las condiciones de cultivo, la búsqueda de la perfección que reina en el país, o su importancia como regalo, la fruta en Japón sigue siendo uno de los productos de lujo más deseados. (EFE)