sábado, 8 de abril de 2017

abril 08, 2017
MOSCÚ, Rusia, 8 de abril de 2017.- La novísima fragata "Almirante Grigórovich", equipada con misiles de largo alcance Kalibr, los más utilizados por el Ejército ruso para atacar las posiciones yihadistas, regresó ayer al Mediterráneo con destino al puerto sirio de Tartus, donde, desde la Guerra Fría, Moscú mantiene una base naval.

A esto se sumó que Rusia pidió convocar una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU, donde esta semana impidió aprobar una resolución propuesta por EEUU, Reino Unido y Francia que acusaba a Damasco del ataque químico edel martes n Idlib.

El Kremlin considera que el ataque lanzado desde buques estadounidenses desplegados en la zona daña el proceso de paz al suponer una clara violación del cese del fuego en vigor desde el 30 de diciembre y del que Rusia y Turquía, junto con Irán, son garantes.

También lo considera un nuevo intento de debilitar al régimen del presidente sirio, Bachar Al Asad, que desde la intervención rusa en 2015 logró tomar la iniciativa en la guerra contra la oposición armada, lo que únicamente beneficia a los terroristas.

La nave "Admiral Grigorovich", de la flota rusa del mar Negro, fue enviada a la base de Tartús, en Siria. (Foto: Facebook / Ministerio de Defensa de la Federación Rusa)

El primer ministro ruso, Dmitri Medvédev, fue más allá al acusar a EEUU de conducir la situación "al borde de un enfrentamiento (militar) con Rusia".

De hecho, Putin convocó una reunión extraordinaria del Consejo de Seguridad de Rusia, donde se expresó una "profunda preocupación" por las graves consecuencias de esas "acciones agresivas" para los esfuerzos conjuntos contra el terrorismo.

Y es que considera que el ataque ordenado por Trump "crea un importante obstáculo para formar una coalición internacional antiterrorista".

A su vez, según el Kremlin, Putin consideró que "este paso daña seriamente las relaciones ruso-estadounidenses, ya de por sí maltrechas".

Esto ocurre cuando el Kremlin y la Casa Blanca preparan el primer encuentro entre ambos mandatarios, que acordaron en su primera conversación telefónica que la lucha contra el terrorismo era prioritaria.

Además, pone en el alero la visita prevista por el secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, quien debía viajar a Moscú el 11 de abril para reunirse con su colega ruso, Serguéi Lavrov, tras una escala en Italia.

Tanto Trump como Tillerson han acusado a Moscú de ser responsable moral del ataque químico, del que responsabilizaron a Asad, y de incumplir su compromiso de controlar la destrucción del arsenal sirio.

"El Ejército sirio no dispone de arsenales de armas químicas, cuya destrucción fue supervisada y confirmada por la Organización para la Prohibición de Armas Químicas", insistió el Kremlin.

Mientras, Lavrov no dudó en comparar el ataque con la agresión contra Irak en 2003, ya que igual que entonces EEUU no contaba con la autorización de Naciones Unidas.

"Esto recuerda a la situación de 2003 cuando Estados Unidos y el Reino Unido, con sus aliados, invadieron Irak sin autorización del Consejo de Seguridad", señaló.

La diferencia -agregó- es que "entonces intentaron mostrar una 'prueba', y mi buen colega Colin Powell (secretario de Estado de EEUU en 2003) agitó en el Consejo de Seguridad una probeta con pasta de dientes que le habían dado los de la CIA, intentado demostrar que era ántrax".

Con todo, el ministerio de Defensa ruso destacó que el ataque norteamericano tuvo una baja efectividad, ya que sólo 23 de los 59 cohetes lanzados por EEUU alcanzaron su objetivo en la provincia siria de Homs. (EFE)