martes, 7 de marzo de 2017

marzo 07, 2017
Pedro Echeverría V.

1. Antes del 1960, antes de tener una idea marxista, en el mundo no se sabía nada de las luchas por la liberación femenina o por los derechos de la mujer. Estábamos acostumbrados que la mujer debía trabajar en la casa, tener y cuidar a los hijos. No supimos, porque ni difundido estaba, la existencia de Lou Andrea o Simón de Beauvoir y, ni siquiera, de la palabra feminismo. Fue hasta ese año, que inició la década liberacionista, cuando la palabra libertad en la familia, la escuela, el trabajo, la sociedad, en la política, comenzó a retumbar. ¡Qué suerte haber nacido en 1940 y haber coincidido con esa maravillosa década en mis mejores años!

2. Desde entonces, al abrazar las ideas del socialismo, automáticamente me hice apoyador de las luchas de todos los trabajadores, de la mujer, de los homosexuales y de todas las minorías oprimidas; al mismo tiempo comprendí que ésta era una misma lucha de liberación contra el sistema capitalista. Sin embargo, al vivir unos seis años (1960-66) engañado en que los llamados países socialistas eran realmente socialistas creí que en esos países la mujer se había liberado de todos sus dogmas capitalistas del matrimonio, la propiedad y la desigualdad, pensé que luchar por esa sociedad era el único camino.

3. En 1968 comencé a comprender que en esos países no había nada de socialismo sino un burdo capitalismo de Estado o “socialismo burocrático” que seguía bajo el manto capitalista con nombre diferente. La mujer seguía casándose, viviendo en familia, teniendo a sus hijos como propiedad y era una sociedad libre para acumular riquezas y, al mismo tiempo, aquella divisa anticapitalista de acabar con el trabajo asalariado y acumular plusvalía había desaparecido. Entonces comprendí que no hubo traición de Lenin, Trotsky o el mismo Stalin, sino imposibilidad de construir el socialismo en medio de un mundo aún dominado totalmente por el capitalismo, sobre todo yanqui.

4. Por ello en los últimos años he pensado que basta ya de exhibicionismos y que la lucha de las mujeres deben estar emparejadas a los hombres contra el capitalismo y por una sociedad realmente igualitaria. Si juntos no luchamos en las calles, las plazas, los campos por una gran revolución anticapitalista que destruya ideología, cultura, costumbres individualistas de propiedad pues nada se logrará. ¿Cómo carajos puede ser feminismo una lucha junto a ladronas burguesas como Marta de Fox, la calderona, Rosario Robles, la Wallace y todas esas pinches viejas y hombres que se dedican a capturar cargos, salarios, con las mismas ideas capitalistas?

5. Por ello pregunto: ¿Qué pasaría si se erradica la propiedad privada sobre los hijos y también entre la pareja (marido/mujer) con el objetivo de establecer la vida colectiva entre todos los seres humanos? ¿Cómo se vería que en lugar de padres pobres, padres ricos, padres fuertes o débiles, los niños vivieran juntos en la comunidad estando unos y otros junto a mil y un seres mayores y adultos? ¿Qué sucedería si hombres y mujeres trabajaran juntos, en igualdad de circunstancias en cuanto a deberes y derechos bajo administración colectiva de ellos mismos? En fin, ¿se acabaría la desigualdad social y las luchas de las mujeres contra la desigualdad?

6. Me responderían que estas preguntas son muy antiguas y utópicas; que ya fueron respondidas hace más de dos mil quinientos años en las formas de vida de muchas regiones del universo de las muy estudiadas familias sindiásmicas en su transición hacia la familia monogámica estudiadas con profundidad por decenas de antropólogos de los que nos habla Federico Engels en su “Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, escrito en 1884. Sin embargo aún me parece que por allí podría estar el quid del asunto porque el gran problema del mundo sigue siendo la gran propiedad privada de unos cuantos sobre los medios de producción.

7. ¿Y qué son los medios e instrumentos de producción? No puede olvidarse que en el sistema capitalista el propietario de los medios de producción (tierras, fábricas, energía eléctrica, petróleo, máquinas, bancos) tiene el control efectivo de estos medios que no pueden ser puestos en acción sin su intervención o de su representante; aquí coinciden en una misma persona la propiedad y el control. Si juntos hombres, mujeres, homosexuales, transgéneros, todos, no logramos someter, derrotar y acabar con esa clase dominante, las luchas de las mujeres y hombres, hombres y mujeres, serán una vacilada. (7/III/17)