domingo, 26 de febrero de 2017

febrero 26, 2017
La intimidación hueca de una denuncia frívola / dos mujeres que padecen de sus facultades mentales acosan a inocentes

José Repetto

"Miren todos, miren, denuncié a Pedrito ¡Tiembla de miedo, Pedrito, estás denunciado. DE-NUN-CIA-DO!".

¿Les suena familiar? lamentablemente muchas personas hacen perder el tiempo a las autoridades -y desperdician el propio- interponiendo denuncias falsas con el fin de desquitarse de alguien que les cae mal. Sin embargo, y por fortuna, nadie pasa ni un día en prisión por el simple hecho de haber herido los sentimientos de alguien.

Una denuncia en sí no prueba nada. No es más que los dichos, no demostrados, de una persona contra otra. Cualquiera puede ir ante la autoridad y declarar cualquier cosa, sea cierta o falsa. Es común que con el fin de intimidar y desprestigiar sin fundamentos haya quienes suban la papeleta a las redes sociales para hacer alarde.

A mucha gente inocente se lo han hecho. Al que escribe también, en mi caso fue para intentar callar a este medio, que dejáramos de opinar, que nos desactiváramos. Pero no lo lograron, ni lo lograrán jamás, pues no cedo, nunca, ante quienes me atacan.

Pude haber peleado bajo, pues los referidos tienen un pasado y presente muy turbio, pero opté por desmentirlos y proceder a ignorarlos.

Hago un paréntesis para señalar que sí, he denunciado, pero justamente y con elementos, cuando he sido blanco de amenazas o incluso ataques físicos (como cuando el fotógrafo José Vargas de Milenio me dio algo que pretendía ser un golpe pero fue más bien un zarpazo de gato), simplemente para que quede constancia del hecho por si pasaba a mayores.

Dos denuncias que mancharon injustamente a inocentes

2 ejemplos de denuncias frívolas e injustas contra otras personas vienen a la mente.

Está el de una señora que lamentablemente padece de sus facultades mentales y asegura que se robaron a sus mascotas, a las que muchas veces confunde con seres humanos. Es tan fuerte su delirio que incluso ha atacado físicamente a una de las personas a las que culpa por esta situación, a todas luces absurda y ficticia.

Los motivos exactos de su discapacidad mental se desconocen, aunque existe la hipótesis que señala que se trata de una situación de carácter congénito.

El segundo caso involucra también a una mujer, que jura que había una especie de conspiración en su centro de trabajo para abusar de ella y encubrirlo todo, cuando quienes la conocen dicen que está "igual de afectada" que la primera mencionada.

No las nombramos en esta ocasión, pues es evidente que son enfermas mentales y como tales merecen trato especial.

Sin embargo no olvidemos a las verdaderas víctimas: los acusados, quienes viven con la friega de tener a un par de personas trastornadas detrás de ellos, acosándolos y empeñadas en destruirlos injustamente, chivos expiatorios de su demencia.

Ellos son víctimas, incluso más que ellas, de su enfermedad mental.

Si no fueran personas con discapacidad mental, me sumaría a quienes piden que se aplique contra ellas todo el peso de la ley por sus declaraciones falsas ante la autoridad y amenazas. Sólo queda implorar a sus amistades y familiares que se hagan cargo de ellas y ya sea voluntariamente o por la fuerza las lleven a consultar con un psiquiatra y las obliguen a seguir el tratamiento que éste indique.

La segunda referida no sólo no ha recibido el tratamiento que tanto le urge, sino que fue usada por ciertas activistas de la entidad, quienes le dieron cuerda y la exhibieron ante los medios pues les fue útil para sus propios intereses, para acaparar los reflectores y salir en la prensa. La usaron vilmente.

En cualquier sociedad civilizada las dos mencionadas estarían bajo tratamiento psiquiátrico para al menos aspirar a vivir una vida funcional y sana y dejar de sufrir por situaciones imaginarias, pero no en México, donde están desamparadas y lesionando a inocentes en el proceso.