sábado, 28 de enero de 2017

enero 28, 2017
José Repetto

El día de hoy se dio a conocer en otro medio que los militares de la Base Aérea No. 8, en Mérida, han estado "jugando" con los jóvenes que fueron por el resello de su cartilla.

Tal como la semana pasada, los jóvenes acudieron desde las 5 de la mañana de hoy a hacer fila, algunos incluso durmieron en el piso mientras esperaban.

Tras varias horas se les dijo que no se les atendería, con lo cual desperdiciaron no sólo tiempo sino el dinero que cuesta transportarse hasta esa zona de la ciudad. No se sabe si fue una cuestión de desorganización o una especie de bromita por parte de los militares contra quienes no les tocó hacer el servicio y sólo van por su sello. En cualquiera de los dos casos, no debería suceder.

Extrañamente, algunas personas tomaron el lado de los militares, cuando este tipo de ineficiencia y maltrato no se toleraría a ningún otro nivel de gobierno. Señalaron, intentando defender lo indefendible, que en sus tiempos los abusos por parte de los soldados eran peores.

Aunque el servicio militar sigue siendo técnicamente obligatorio, la ley no contempla castigo alguno por no cumplir este trámite. La cartilla ya no es indispensable para obtener pasaporte, salir del país, casarse o buscar empleo, salvo éste sea en el ramo de seguridad pública y contadísimos sectores.

Si los jóvenes que hoy hicieron cola se preguntaran seriamente para qué les va a servir la cartilla, apuesto a que al menos 90% se irían a sus casas en ese instante.

Sin embargo, se busca perpetrar la mentira de que sí es indispensable para asustar a los jóvenes y que éstos hagan el SMN, por lo cual cumplen año con año con este trámite en automático sólo porque alguien les dijo que "es obligación".

Los defensores del servicio militar señalan que éste enseña obediencia y respeto a la autoridad, en otras palabras sumisión. En estos tiempos ¿es ésa una actitud deseable, o podemos estar todos de acuerdo en que es contraria a los valores del mundo en que vivimos?

Dado que a estas alturas representa un desperdicio de tiempo y recursos públicos, ya va siendo hora de que se considere su completa abolición. Sería interesante saber cuánto dinero se ahorraría el gobierno al suprimirse el servicio militar, dinero que podría ser destinado a cuestiones de primera necesidad.

Mientras tanto, cabe preguntarnos ¿qué pasaría si al menos en una ocasión, en una ciudad o pueblo, ningún joven respondiera a la convocatoria? Estamos tan condicionados a cumplir en automático, incluso cuando no nos beneficia en nada hacerlo, que es altamente improbable que esto suceda, desafortunadamente.