domingo, 15 de enero de 2017

enero 15, 2017
Franz de J. Fortuny Loret de Mola

Es nuestro deber, por simple solidaridad humana, transferir la información que nos llega, que tiene sustento, que es verdadera y que nos conviene a todos como especie, a las demás especies y a nuestro hábitat, el planeta.


No hacerlo sería egoísmo puro. Es guardarse un secreto de algo que debe ser divulgado en el momento mismo en que se llega a conocer. El que no lo hace, está faltando a la solidaridad humana. No es aceptable.

Alimentación

La especie humana apareció perfectamente adaptada para alimentarse con todo lo que tuviera su origen en las plantas, ya sea en forma directa o a través de un proceso de cocinado. Al principio, hace unos 220,000 años, los humanos aparecen en un hábitat que es el que les permite sobrevivir con facilidad.

Los primeros 150,000 años de existencia, los humanos usaron como alimento solo lo que tuviese su origen en las plantas que los rodeaban. Nacieron con la misma repulsión natural que hoy nacen de no interesarles la agresión a los animales para mataros y comerlos.

Los primeros 150 mil años de existir sobre el planeta, los humanos no tuvieron un solo problema de alimentación. El hábitat en que se encontraban fue suficiente para proveerlos de todo lo que necesitaban para vivir totalmente saludables. Nada les faltaba; con solo extender la mano, podían tomar frutos y hojas de todo lo que estaba allí, a su alcance.

Durante esos 150 mil años, el uso de su grandísimo cerebro solo fue para la diversión, el entretenimiento y la supervivencia con inteligencia de las fieras carnívoras a las que, el humano, desde un principio, atemorizó usando el cerebro, ni más ni menos.

Hace 70 mil años, un suceso catastrófico acabó con ese “paraíso” natural en que el humano había vivido sus primeros 150 mil años. Las cenizas de la erupción de un volcán, cubrieron el territorio en el que el humano había surgido y vivía realmente feliz. La especie humana quedó casi extinta. Por eso hoy sabemos que todos los humanos descendemos de unas 50 hembras. En DNA nos ha dado esa pieza de información.

La población de humanos en ese hábitat perfecto podría haber llegado a 10 millones distribuidos en varios millones de kilómetros cuadrados, en África. Ese fue el territorio que quedó cubierto, por más de mil años, por las cenizas del volcán que hizo erupción hace 70 mil años.

Esas 50 hembras y unos cuantos machos fueron los que salieron del desastre y buscaron cómo sobrevivir. Pero tuvieron que enfrentar un mundo sin plantas —por lo menos, sin la abundancia de plantas de su hábitat original— y para ganar esa nueva batalla, usaron el cerebro.

Cazadores y recolectores

Esa combinación de actividades humanas la hemos oído en muchas ocasiones. Es correcta: ese puñado que engendró al resto —a los que hoy existimos sobre la faz del planeta— definitivamente vivía de la cacería y de la recolección de vegetales.

Los primero 150 mil años, vivieron tomando al caminar, todo lo que necesitaban para vivir. Después de la tragedia del volcán, tenían que recolectar —salir a buscar la comida— y a cazar. El cerebro había dado una solución para sobrevivir. Y así, hasta hace 10 mil años —durante 60 mil años— solo fueron cazadores y recolectores.

Jamás ha sido del agrado del humano llevarse a la boca un trozo de animal muerto. Esto es algo que han tenido que aprender a hacer, porque, o lo hacían o ya no existirían. De hecho, quizás el puñado de hembras de las cuales todos descendemos, podría haber sido mayor, si muchas otras hubiesen tolerado la alimentación con trozos de cadáveres de otros animales.

Por lo tanto, comer trozos de animal muerto no es algo “natural” para el humano, sino todo lo contrario. Tuvo que hacerlo o ¡moría! Hoy estamos vivos porque pudimos tomar esa decisión y la soportamos; pero hoy sabemos que, aunque nos permitió sobrevivir, tiene sus consecuencias.

Podemos encontrar por lo menos 3 graves y serias consecuencias:

Crueldad: nos hace ser crueles y perder la capacidad de sentir esa crueldad cuando matamos animales solo porque “creemos” que los necesitamos.
Enfermedad: una gran cantidad de enfermedades crónicas de los humanos son producto de usar proteín aniamal como alimento.
Contaminación: 51% del calentamiento global es debido a lo que debe hacerse hoy para que llegue a la mesa del humano cualquier forma de proteína animal.
El punto 3 está contabilizado por gente que puede medir lo mismo y llegar a los mismos resultados desde diferentes lugares. El acuerdo es ese: 51% del calentamiento global tiene su razón de ser en lo que debe hacerse para que llegue a la mesa de comer del humano, alguna forma de proteína animal.

Cuando se sabe que estamos cometiendo cotidianamente un error, pero sabemos cuál es la corrección del mismo, ¿es justo quedarnos callados?

Las estadísticas están revelando todos los días que 15 enfermedades crónicas del humano tienen que ver con la alimentación; solo se producen cuando se dan dos factores al mismo tiempo: 1) Herencia y 2) Alimento. En efecto, si traes el gene que puede desarrollar algún tipo de cáncer, éste no se desarrollará sino sólo si el factor alimento se hace presente. Esto pasa con las enfermedades del corazón, diabetes, Alzheimer’s y otras más.

Y ese factor alimento NO ES lo que se imaginan o lo que dicen: en la diabetes no es azúcar el problema; en el corazón, no es grasa; en ambos, solo se desarrolla la enfermedad si existe en la dieta proteína animal, incluyendo a todos los animales, tales como pollo y pescado.

La prueba más clara de este asunto es que la enfermedad se queda a raya con solo quitar totalmente la proteína animal. Estamos hablando de cero, nada: de lo contrario, con un poco, la enfermedad se alimenta y no cede.

Y lo mismo se puede decir del cáncer. La mejor manera de prevenirlo es absteniéndose de todo alimento que contenga proteína animal.

En cierta forma, este problema ya no debería existir. La polémica se ha fomentado por el fuego que le echan a la hoguera los intereses representados por los laboratorios farmacéuticos. Ellos no ganan si disminuyen las enfermedades crónicas; son la clave de su negocio. Ese tipo de intereses tergiversa los descubrimientos y fomenta —paga— “investigaciones” (falsas) para aparentar que “todo está bien con el carnismo”, tratando de tapar todo lo que se diga que no esté de acuerdo con esa postura.

Tú puedes liberarte del problema. Silenciosamente, limita que tu gasto solo sea para adquirir productos vegetales, sobre todo si tienes pequeños: abstente de darles cualquier producto que contenga proteína animal, incluyendo lácteos. Es el peor mal que les puedes hacer. Algún día se hablará de esta situación, como hoy, cuando se ve en las películas que representan escenas de principios de siglo, a gente que fuma y fuma, cuando se les decía que fumar “no hacía mal alguno”, aunque se estaban muriendo de cáncer en los pulmones.

Por alguna razón, por cierto, en las historias de los cánceres de fumadores famosos, vemos que suelen coincidir, esos sufridores de cánceres de todo tipo, con ser insaciables carnistas —gente que cree que solo comiendo carne puede vivir realmente bien el humano, algo totalmente falso.

Los pobres, desde que les llega más y más proteína animal cada día, se están llenando de enfermedades de ricos. Es el peor crimen que como humanidad, estamos sistemáticamente cometiendo, todos los días.

Y aún falta analizar el problema de los energéticos.