VATICANO, 16 de abril.- Para Juan Carlos y su familia, Benedicto XVI no es el Papa emérito, o al menos no sólo. Para ellos, y sobre todo para su hija Ana de 13 años, el Pontífice alemán es el instrumento que Dios ha utilizado para sanarla de un cáncer terminal gracias a la bendición que le dio siendo una bebé. Doce años después han podido reunirse de nuevo con el Papa alemán para agradecerle su intercesión. «Al principio los doctores no nos dijeron que Ana tenía cáncer, la niña empezó con unos síntomas que todo recién nacido puede tener. Pero a raíz de eso, le hicieron una serie de pruebas y determinaron una pequeña masa cercana a los pulmones. Nos dijeron que teníamos que ir a Madrid e ingresar en el Hospital Niño Jesús, en oncología. Es ahí cuando empezamos a asumir lo que se nos venía encima», dice Juan Carlos, quien junto a su mujer Yolanda y sus dos hijas Ana y Andrea relata en Roma a LA RAZÓN cómo sucedió todo.
El Papa emérito Benedicto XVI, que ayer cumplió 89 años, saluda cariñosamente a la pequeña Ana. |
Es precisamente en la Ciudad Eterna donde residen desde hace casi cuatro años y donde se trasladaron para agradecerle al Papa su gesto. «Al conocer la noticia nos derrumbamos. Éramos jóvenes y no cumplíamos ningún tipo de hábito que se relacione con este tipo de enfermedades...», explica el padre de familia. El diagnóstico se lo dieron un 15 de mayo de 2005, cuando Ana apenas contaba con poco más de un año. Al principio «uno se enfada con Dios, con todas sus creencias, con todo», pero «según avanza la enfermedad y uno vuelve a sosegar esos aires rebelados, vuelve a sus orígenes y a la fe que tiene». «En el hospital había una capilla e íbamos a ella a rezar y encontrar consuelo», recuerda.