Eduardo Ibarra Aguirre / 11-I-16
Enrique Peña y su gobierno tienen razones sobradas para festejar la reaprehensión de Joaquín Guzmán, el capo más buscado en la aldea global y, según las palabras de éste, registradas en la revista Rolling Stone, es “el máximo distribuidor de narcóticos en el mundo y tener enormes flotas de aviones, barcos, camiones y hasta submarinos para lograrlo.”
Desgastado notablemente Peña Nieto por la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa que realmente son 42 y no tanto por los asesinados y heridos del 26-27 de septiembre de 2014 en Iguala, la Casa Blanca de Las Lomas de Angélica Rivera, su esposa, y en menor medida por la matanza castrense de presuntos delincuentes en Tlatlaya, estado de México, así como por la fuga del señor popular bajo el seudónimo de El Chapo que se disponía a invertir en la modernización energética de México, resulta comprensible que el mexiquense de Atlacomulco “brincara de gusto” en Palacio Nacional la tarde del viernes 8, al reconfirmar la consecución del objetivo criminal 98 de los 122 que se trazó, y de paso también la obtención del número 99 con la detención del jefe de escoltas de Joaquín Archivaldo, Iván Gastelum Ávila.
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El presidente Enrique Peña Nieto en Palacio Nacional, donde el viernes dio un mensaje a los medios (enlace) tras la captura de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera (a) "El Chapo". Flanquean a Peña Nieto el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong y el director de Comunicación Social, Eduardo Sánchez Hernández. Detrás, el General de División titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda, y el secretario de la Marina Armada de México, Almirante Vidal Francisco Soberón Sanz. |
Lo explica bien el precoz jubilado y tamaulipeco de Tampico que encabeza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, “la fuga nos produjo mucho desprestigio, mala reputación y además críticas; ahora, cuando menos, este capítulo se cierra”. No es aventurado asegurar que tan importante es el hecho en sí mismo como mayor podría ser la capacidad política que muestre el grupo gobernante para capitalizar un suceso que ningún medio de la aldea dejó de ponderar, mientras aquí el antigobiernismo elemental conduce a la subestimación del suceso materializado en sólo 181 días.