jueves, 22 de diciembre de 2016

diciembre 22, 2016
NUEVA YORK, 22 de diciembre de 2016.- En 140 caracteres en Twitter, su red social favorita, Donald Trump anunció este jueves un posible giro a décadas de política nuclear en Estados Unidos. El presidente electo escribió en un mensaje breve y ambiguo que la primera potencia mundial debe “reforzar y expandir enormemente su capacidad nuclear hasta que el mundo entre en razón respecto a las armas nucleares”.

No está claro qué quiere decir exactamente Trump con “capacidad nuclear”. La aparente improvisación del mensaje y la falta de detalles en un asunto que es muy técnico, aunque con profundas implicaciones para la paz mundial, no ayuda a aclararlo. Al magnate neoyorquino le gusta ser imprevisible: lo considera una virtud en los negocios y en la política. Sembrar la confusión ha sido, voluntaria o involuntariamente, uno de sus métodos en el ascenso a la Casa Blanca.

Donald Trump. (Getty)

Durante la Guerra Fría se hablaba de la teoría del loco. Consistía en dar la impresión de que el presidente de EE UU era alguien inestable, capaz de lanzar la bomba atómica, para forzar concesiones en el enemigo. Esta teoría se ha recuperado ahora para explicar el comportamiento de Trump.

La insinuación de un posible aumento del arsenal nuclear rompería con la posición vigente de la primera potencia mundial sobre la no proliferación. Daría marcha atrás en el lento camino hacia el desarme. Y enviaría una señal al mundo que pondría en duda desde los acuerdos internacionales y podría animar a países sin arma nuclear a obtenerla.

A partir del 20 de enero, cuando jure el cargo, Trump será responsable de los códigos que le permitirán disparar un arsenal atómico con una capacidad destructiva nunca usada. Su rival en las elecciones del 8 de noviembre, Hillary Clinton, avisó durante la campaña del peligro que suponía colocar a un hombre del temperamento de Trump al alcance del llamdo botón nuclear.

Las declaraciones de Trump en la campaña ya anticiparon un cambio respecto a la política que han mantenido las anteriores administraciones, demócratas y republicanas. El entonces candidato republicano dijo por ejemplo que EE UU podría permitir que socios asiáticos como Japón y Corea del Sur se dotasen del arma nuclear. Se negó a descartar la posibilidad de lanzar una bomba atómica en Europa. Se preguntó, en público y el privado, por qué, si EE UU tiene armas nucleares, no debe ser el primero en usarlas, contra el ISIS (uno de los acrónimos ingleses del Estado Islámico) o contra otro enemigo.

En 1986, en vísperas del final de la Guerra Fría, se estimaba que había 70,300 armas nucleares en el mundo, según datos de la Federación de Científicos Americanos. A principios de 2016 había 15,350, según la misma fuente. Más del 90% están en manos de EE UU y Rusia, país al que Trump quiere aproximarse tras las tensiones en los años de Obama.

El Tratado de No Proliferación Nuclear, vigente desde 1970, establece que los países con armas nucleares deben esforzarse por desmantelarlas, los países sin armas deben abstenerse de adquirirlas y todos deben tener acceso al uso pacífico de la tecnología. En 2010 el presidente Barack Obama firmó con Rusia un tratado para reducir las cabezas nucleares a 1,550 en 2018.

Obama, que en un discurso al inicio de su mandato proclamó el objetivo de eliminar en el futuro las armas nucleares de la tierra, ha reducido el número de cabezas —el explosivo que se coloca en el proyectil— pero al mismo tiempo ha anunciado inversiones de miles de millones para modernizar el arsenal restante.

Cuando Trump habla de "reforzar y expandir" la capacidad nuclear, podría referirse a estas inversiones, más que aumentar el arsenal. Es una incógnita. Y esta incertidumbre —en un terreno en el que los anuncios se miden al milímetro y las política se modifican tras largos procesos de decisión— es por sí solo un mensaje al mundo sobre cómo actuará el presidente Donald J. Trump. (Marc Bassets / El País)