lunes, 19 de diciembre de 2016

diciembre 19, 2016
WASHINGTON / LOS ANGELES, 19 de diciembre de 2016.- El Colegio Electoral, la institución que de acuerdo con la Constitución se encarga de elegir al presidente de Estados Unidos, formalizó este lunes la victoria del republicano Donald Trump ante la demócrata Hillary Clinton en las elecciones del 8 de noviembre. Rara vez, en años recientes, los electores o compromisarios, que forman el colegio se había, sentido tan observados y presionados. Clinton obtuvo casi 2,9 millones de votos más que Trump, pero en el sistema estadounidense no es presidente quien suma más votos de ciudadanos sino quien logra la mayoría de los 538 compromisarios, distribuidos por estados, en el colegio electoral. En este caso, Trump.

Los compromisarios de Pensilvania antes de votar, este lunes. (Matt Rourke / AP)

De Washington a Sacramento y de Austin a Springfield, EE UU volvió a vivir una jornada electoral. Los electores se reunieron en las capitales respectivas y emitieron los votos, ya comprometidos de antemano en función del resultado en cada estado. Si todos votaron lo que debían votar, Trump obtendría 306 votos y Clinton 232. Para lograr la mayoría había que superar los 270, lo que el republicano logró a media tarde en el horario de la Costa Este.

En el recuento provisional realizado por algunos observadores, pendiente de que Hawái confirmase sus votos para Clinton, Trump obtuvo 304 votos electorales y Clinton 228.

Según el diario The New York Times, cuatro electores demócratas del Estado de Washington votaron por alguien que no era Clinton (tres al exsecretario de Estado Colin Powell y uno a una líder indígena) y dos republicanos de Texas no votaron a Trump sino a los políticos conservadores Ron Paul y John Kasich. Nunca, desde 1808, tantos electores habían cambiado la orientación de su voto, pero esto no influyó en el resultado final.

Un elector republicano ya anunció, días antes de la votación, que no votaría a Trump. En los últimos días algunos grupos progresistas lanzaron una campaña para persuadir a los compromisarios de que alterasen su voto. Los sondeos previos a la votación indicaban que el esfuerzo era improbable y que la gran mayoría mantendría su voto.

La inexperiencia política de Trump, su personalidad errática y sus inclinaciones demagógicas, los conflictos de interés entre su conglomerado empresarial y su futura función como presidente de EE UU, y las noticias sobre la interferencia rusa en la campaña para lograr su victoria contribuyeron a colocar la atención sobre el colegio electoral. Lo habitual es que el voto sea un trámite y que pase desapercibido. Esta vez no ha sido así, y los compromisarios se han encontrado de repente bajo los focos.

Paul Catha, presidente de los jóvenes demócratas de Nevada y miembro del Colegio Electoral, esperaba este lunes por la mañana la llamada para ir a votar a la capital, Carson City, “bastante triste”. Catha apoyó al senador socialista Bernie Sanders en las primarias demócratas, pero después, cuando Clinton logró la nominación del partido, trabajó “siete días a la semana durante seis meses” por la candidata.

Los demócratas ganaron Nevada y ganaron la mayoría en el Legislativo estatal. “Por eso es tan duro (la elección de Trump). Literalmente, no hay más que hubiéramos podido hacer”, decía Catha por teléfono desde Reno. “Tengo muy pocas esperanzas de que pase algo no previsto en el Colegio Electoral”.

En la marea de hipótesis políticas que inunda estos días Estados Unidos, se ha planteado la posibilidad de que los demócratas se pusieran de acuerdo con un número suficiente de republicanos para votar por otro republicano que no fuera Trump. “Sería difícil para mí, porque soy muy, muy, demócrata, pero seguramente lo haría”, responde Catha. Lo haría “si estuviera seguro de que va a ganar alguien como Kasich, Romney o McCain, gente a la que antes odiaba pero que ahora veo con otra perspectiva”, dice, en alusión a varias figuras republicanas que han retado a Trump, y podrían ser aceptables para un demócrata “Hay varios escenarios en los que Trump podría acabar con la humanidad, y eso con Kasich no lo veo, así que es una elección fácil”, añade.

Sobre la pertinencia del colegio electoral, obligado por segunda vez en 16 años a elegir a un presidente que no ha ganado el voto popular, Catha opina que hay “problemas” en la fórmula. Ve dos alternativas: “O democracia directa, o un colegio electoral que de verdad sea una salvaguarda para la democracia como lo querían los padres fundadores”.

Clinton obtuvo 65,84 millones de votos. Trump, 62,97. Como dicen los seguidores de Clinton, nunca un hombre banco ha obtenido tantos votos como ella, y es verdad: sólo el presidente saliente, Barack Obama, que es negro, logró más votos, en 2008 y en 2012. Trump ha alegado que la ventaja de Clinton se debe a un fraude electoral masivo, pero esta afirmación carece de base empírica. Tampoco se sustenta la afirmación de que su victoria fue arrolladora: incluso contando la ventaja en compromisarios, sería la duodécima más exigua en la historia electoral de EE UU, según el cálculo de la publicación Politico. La idea de que EE UU ha dado un viraje en estas elecciones, o que el presidente-electo ha recibido un mandato claro del pueblo, está en duda.

El último obstáculo

El voto en el colegio electoral era el último obstáculo para que el 20 de enero Donald Trump pueda jurar el cargo de presidente de Estados Unidos. Estipulada para el primer lunes después del segundo miércoles de diciembre, es decir, este lunes, la votación en colegio electoral sirve para elegir al presidente y al vicepresidente de Estados Unidos. Cada estado da todos sus votos al candidato ganador en el estado, excepto Maine y Nebraska, que los reparten según sus distritos.

El siguiente paso es que los estados envíen el resultado al Congreso y a los Archivos Nacionales de Washington. Los votos se cuen

tan el 6 de enero en el Congreso, reunido en sesión conjunta, y el vicepresidente, en calidad de presidente del Senado, proclama al vencedor. (Marc Bassets / Pablo Ximénez de Sandoval / El País)