viernes, 25 de noviembre de 2016

noviembre 25, 2016
BALMEDIE, Escocia, 25 de noviembre de 2016.- El presidente electo de Estados Unidos ya construyó un muro. No en la frontera con México, sino en los límites de su exclusivo campo de golf, en el noreste de Escocia. Sin embargo, esos vecinos ondean banderas mexicanas en sus casas.

La barda que mandó edificar bloquea la vista al mar de los residentes locales que se negaron a venderle sus propiedades.

Y entonces, les envió la factura.

David y Moira Milne han sido amenazados con acciones legales por los abogados de Donald Trump, quienes reclaman que una esquina de su cochera pertenece al magnate. Un día, cuando regresaban de trabajar se encontraron una cuadrilla de trabajadores construyendo una cerca alrededor de su jardín. Dos hileras de grandes árboles fueron colocadas después, cubriendo la vista. Sus tuberías de agua y líneas de electricidad fueron cortadas temporalmente. Y luego, les llegó por correo una factura por unos 3 mil 500 dólares, la cual, según narró el señor Milne, se fue directo a la basura.


"Mire, México tampoco pagará", dijo Milne, consultor de salud y seguridad, y novelista de tiempo parcial, refiriéndose a la promesa de campaña de Trump de construir un "muro hermoso e impenetrable" a lo largo de la frontera y forzar al gobierno de México a pagar por ello.

Ahora, los Milne ondean una bandera mexicana desde lo alto de su casa en la colina, una antigua estación de la Guardia costera en donde se observa la casa club del campo de golf de Donald.

Del mismo modo, Susan y John Munro también se negaron a vender y ahora tienen que tolerar un muro de tierra de casi 15 pies de altura construido por la gente del Trump en dos lados de su propiedad.

Michael Forbes, un trabajador de cantera cuya casa se encuentra en el lado opuesto de la propiedad del magnate, añadió una segunda bandera con la leyenda "Hillary para presidente", tal vez porque Trump lo acusó públicamente de vivir "como un cerdo" y lo llamó "una desgracia” por no vender su “asquerosa y miserable casa”.

Mientras muchos estadounidenses tratan de averiguar qué tipo de presidente acaban de elegir, los habitantes de Balmedie, un pequeño pueblo afuera de la alguna vez rica en petróleo ciudad de Aberdeen, dicen que ellos sí tienen idea de la clase de persona que es.

A 10 años de la primera visita de Trump, en que prometió construir “el más grande campo de golf del mundo” en una zona ambiental protegida que posee dunas de arena de 4 mil años de antigüedad, los residentes lo han visto azotar a cualquiera que se interponga en su camino. Dicen que ganó apoyo del público para su campo con grandes promesas, pero luego vieron cómo las fue rompiendo una a una.

Ofreció invertir mil 250 millones de dólares, que terminaron encogiendo hasta, según sus opositores, 50 millones. Seis mil puestos de trabajo se han reducido a 95, únicamente. Dos campos de golf, a uno. Un hotel de lujo de ocho pisos de 450 habitaciones tampoco se materializó ni 950 apartamentos de tiempo compartido. En su lugar, una casa que ya existía en el lugar fue convertida en una boutique hotel de 16 habitaciones. El Trump International Golf Links, que abrió en 2012, perdió 1.36 millones de dólares el año pasado, de acuerdo a cuentas públicas. (The New York Times)


Susan y John Munro, que también se negaron a vender, ahora se enfrentan a un muro de tierra en los dos lados de su propiedad. “Tiene algo con los muros, ese señor Trump", dijo el señor Munro al Times. "Espero que Estados Unidos tenga una experiencia mejor que Balmedie". (The New York Times)